sábado, 15 de septiembre de 2012

Chihiro en la frutería




Chihiro en la frutería : No hay que irse muy lejos para ver cómo somos, aunque siempre queda bien citar a algún hispanista extranjero, porque en Mercadona están los elementos necesarios para el experimento : unas cajas con fruta y clientes con la necesidad de esa fruta (utilizando el más puro lenguaje de marketing)

Lucía se lamenta cuando me ve coger una bandeja con manzanas. Reacciono antes de que las puertas de su mal humor se cierren y le propongo que sea ella las que las elija de la caja. Contenta, se acerca a ponerse un guante y a coger una bolsa y viene a mi lado con ese halo de profesionalidad que la rodea hasta cuando duerme. Estamos rurales los dos. Le pido que me coja ocho manzanas, ocho, y me quedo mirándola. Sin prisas. El cuidado con el que las va revisando convierte este momento, sin duda, en lo mejor del día. Hay que ser mucha manzana para acabar en su bolsa de plástico. Sin prisas, le repito. Cuando lleva cinco manzanas y ha revisado todas, y es posible que el sol se haya puesto y haya salido varias veces, vuelve sobre las que le dejaron con dudas y me las enseña para ver si mi filtro es menos exigente.

Mientras, los demás clientes, sin guantes, manosean la fruta. Me molesta que no lleven guantes. Me molesta aún más cómo apartan la fruta que no les convence. Me gustaría ser un poderoso mafioso con chándal y la mirada del Mike de Breaking Bad. Como mafioso, les daría un buen manotazo en la nuca para que se pararan un momento y les enseñaría el índice derecho extendido. ¡Eh!. Como Mike, les diría con la mirada : Tú, maleducado, deberías esforzarte por ponerte al nivel de esta niña de ocho años que está haciendo las cosas como se debe, con su bolsa y sus guantes. Muestra algo de respeto por la lección que te está dando y cambia de actitud. Ya sabes dónde están las bolsas. Todo esto lo diría Mike cerrando un poco los párpados, que le he visto soltar discursos más largos con solo girar un poco las pupilas.

Siempre habría alguno que no reaccionaría ni al chándal ni a la mirada. A ése, convertido definitivamente en un cerdo, me lo llevaría a la sección de carnicería y, por los altavoces, anunciaría una gran oferta en chuletas o lomo. O lo que sea. El fin apropiado para los que creen que las normas se hicieron para los demás y a los que no va a venir a salvar ninguna Chihiro como la que ahora vuelve de pesar las manzanas.          

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