Navidades al vacío : Los abuelos nos
regalan sobres de jamón serrano que usamos como comodines : atrás quedó la caja
de cartón con la paleta, el portajamones, el cuchillo jamonero, el trozo de
grasa sobre el corte para que no se secara y el trapo encima. Ahora la
presentación es más propia de un mundo por el que pasó Steve Jobs. Simplicidad,
diseño, velocidad, esas cosas.
Abro la nevera pensando qué
preparar para cenar y al ver los sobres saco dos y soluciono el problema
rápidamente. Se calienta un plato en el microondas y después se van disponiendo
los trozos de jamón encima con la elegancia y el cuidado con el que se pintaría
un fórmula uno; se coloca un niño en una silla, otro en la de al lado, y ya
está todo listo.
Antes el jamón duraba todas las
Navidades y se puede decir que coincidía el momento en el que se guardaba el
árbol en su caja y se tiraba el hueso a la basura. Ahora todo va más deprisa y
si no tenemos cuidado podemos agotar las reservas en una semana : entonces abriremos
la nevera y ya no habrá de qué echar mano. Sin la referencia del jamón estaremos
perdidos, añorando ese hueso en el que siempre, si uno tenía paciencia y el
paladar menos exigente, siempre se podía encontrar un trozo aprovechable para
seguir estirando las Navidades. Ese hueso por el que siempre preguntaba mi
madre :
-Se le puede sacar partido. Lo
cortas, lo congelas y lo puedes emplear para un caldo.
-¿Lo quieres tú?
-No, que tengo el congelador lleno.
Adiós también a esa conversación.
Ahora sostengo los sobres en la mano y pienso si se podrían utilizar para uno
de esos caldos. Si se hubiera seguido el ejemplo de Steve Jobs hasta el final,
serían comestibles.
Como en una carrera, inicio la
cuenta atrás para empezar con la cena. Tres, dos, uno.
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