Velando armas : Terminamos
la noche escuchando una canción de Vetusta Morla, un grupo del que siempre me
he alejado por su nombre (y lo peor es que las manías se endurecen con el
tiempo). Sólo quedamos siete en el local de la fiesta de cumpleaños, con una
mesa repleta de botellas vacías, platos con restos de comida, pequeños troquelados
de colores con el número cuarenta y un sombrero andaluz con el ala doblada.
Hemos escuchado a Julio Iglesias,
Black Eyed Peas, Queen, Rosario, Mago de Oz, Def Leppard, Camilo Sesto,
Technotronic o Tino Casal. Cualquiera podía acercarse al iPhone enganchado al
equipo y elegir un tema en la intimidad del que en una iglesia le enciende una
vela a su santo favorito. Se podría decir que el iPhone killed th dj star. No
se ha exigido que la música estuviera centrada en el tema que se veía en los
disfraces : el flamenco.
La canción de Vetusta Morla es
Copenhague, me explican. Los siete ya estamos sentados. Es justo el momento en
el que los muy borrachos envidian a los que no hemos bebido tanto porque
evitaremos la mar picada de la resaca mientras que nosotros hacemos lo mismo
con esa realidad de bordes redondos y blandos que les rodea, de límites difusos
y conexiones improvisadas que abren huecos por los que el yo, como chocolate
derretido, se va extendiendo. Ellos tan amplios y nosotros tan concentrados.
“la corriente enseña el camino
hacia el mar. Dejarse llevar suena demasiado bien”
Es también la hora en la que se
apuran las botellas y se combina en un plato lo que se va encontrando en las
bandejas. Me bebo un vaso de vino rosado caliente, después otro. Cada cual
tendrá su interpretación de lo que es una fiesta. La mía es la siguiente : un
proceso de centrifugado en el que al final queda un pequeño grupo. We few, we
happy few.
Justo antes hemos escuchado una
versión de “Lucha de gigantes”. Es como si camináramos en fila por un terreno
desconocido y cada tema, elegido con cuidado, iluminara una parte de lo que
tenemos delante. Tampoco tenemos prisa : hemos consumido más horas de las que
han pasado. Muchos bailes y muchas fotos y muchas risas.
Podría seguir comiendo restos y
apurando las botellas de vino rosado mirando con lástima ésas de vino tinto
que permanecen cerradas porque no tenemos sacacorchos. Podría estar así más horas. We few, we happy
few, we band of brothers.
No hay comentarios:
Publicar un comentario