Un belén
agnóstico : Creo que, más que el belén, que ya tenemos por partida doble (el
que vamos construyendo año a año y que tenemos junto a la televisión, sobre los
altavoces del equipo, lo que nos obliga a poner a Norah Jones y no a ACDC para
que Angus no provoque un terremoto en Tierra Santa y el de la entrada, más
infantil, que María rescató de su caja del trastero porque le daba pena) lo que
realmente hace Navidad es la bandeja de polvorones que este año tenemos en la
mesa del salón. Como un belén agnóstico.
Supongo que esto se debe a que
había una bandeja similar en casa de mis padres que terminaba con los mismos
polvorones, a pesar de la insistencia de mi madre cada vez que la traía con el
café, como si fuera un asunto más de decoración que gastronómico. Si con la
edad uno se va asemejando a sus padres en muchas cosas, no es de extrañar que
esta bandeja esté en el salón. La diferencia es que en mi casa la bandeja era de metal, ésta es de
plástico : ya sabemos que lo de vivir mejor que la generación anterior era un
espejismo.
Antes de irme a la cama repaso los
dulces y me como un hojaldrado de naranja. La Navidad perfecta será aquella en
la que montemos un belén comestible.
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