viernes, 17 de mayo de 2013

A salvo por uno, dos, tres euros




A salvo por uno, dos, tres euros : Una vez instalados en la crisis,  existen dos grupos : aquellos que ven la situación como un simple destierro, con la posibilidad más o menos lejana de regresar a la tierra conocida, y los que sospechan que ya no se puede mirar atrás. “El mago de Oz” Vs “La carretera”.

Si en el segundo grupo, el de los zapatos cubiertos de polvo, no hay muchos matices, en el primero todavía se pueden establecer subgrupos, según se acerquen más o menos a la frontera a partir de la cual uno debe olvidarse de lo que era, de sus manuales, de lo que se imaginaba para sí mismo. Esa frontera que sabes que, a pesar de no haber guardias controlándola, no volverás a cruzar de regreso. Una frontera que también se percibe dentro de la cabeza y de la que muy pocos hablan porque nadie sabe cómo hacerle frente.

Mientras tanto, vivimos. Hay que saber que la frontera está ahí, que se expande poco a poco como el agua que cubre una isla que se hunde (no somos imbéciles), pero no por eso vamos a dejar de aprovechar el presente (no somos tonos). De hecho, cuando se presiente la proximidad de la frontera, todo adquiere el valor y la intensidad que le da un pesimismo resignado. No estamos en mitad del siglo pasado : la abundancia que se ofrecía en el horizonte como base de las políticas económicas se ha convertido en la sombra de una deuda que nos sigue y que no deja de crecer.

Pero está el momento con sus estrategias para sentirse falsamente protegido. Como las tiendas de productos a uno, dos o tres euros y que suponen, más que una evolución de las chinas, un paso atrás de las demás. No importa. Sus beneficios son, básicamente, psicológicos, los que generan unas estanterías llenas de artículos que puedes comprar. Mejor que emplear dinero en reanimar bancos a los que ya no les late el patrimonio neto, habría que usarlo en crear una inmensa red de locales de este tipo. Un auténtico plan de choque que no ven porque no sacan los ojos del puto excel.

Estanterías llenas de artículos que puedes comprar, como los que veo con los mellizos en una tienda de Fuencarral. Ellos están contentos porque saben que todos son baratos y que les voy a permitir escoger algunos : con ocho años, esto se acerca bastante a la felicidad. Un bolígrafo que se estira, un portalápices, un lobo de madera troquelado. Yo les sigo sin calcular lo que van cogiendo : con cuarenta y cuatro años y el avance de la frontera detenido por unos minutos, esto también es felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario