lunes, 13 de mayo de 2013

La hora de los mercadillos




La hora de los mercadillos : En una de las rotondas del barrio ha aparecido una pieza de artillería que apunta a las cuatro torres de la ciudad deportiva. Una día no había nada y al día  siguiente me encuentro con esto. Como nadie nos ha consultado a los que vivimos aquí, supongo que habrá razones que justifiquen este movimiento. ¡Será por razones!

No entiendo mucho de artillería ni de decisiones de Estado Mayor, pero la pieza parece vieja. Quizás en el cuartel que hay cerca ya no tienen dinero y realmente la han sacado para enseñarla y ponerla a la venta, como hace de vez en cuando Mourinho con Kaká. No es de extrañar : los de Telefónica, que no andan lejos, también han hecho lo mismo con su edificio. En lo que se cumple el mantra presidencial (vamos a arreglar la situación de los bancos para que el crédito empiece a fluir a las empresas y las familias) todos vamos sacando lo que tenemos en casa para montar un mercadillo y asegurarnos ese flujo por otros métodos (no es que desconfiemos del Presidente : es que parece que a los bancos, cachis, se les quedan pequeñas las previsiones cada quince días)

Esas escenas de cajas con artículos que solo aparecían en las películas infantiles americanas para que el protagonista perdiera algo importante (plot) que le diera un empujón a la historia (otro plot), van a empezar a reproducirse aquí sin mucho glamour porque no anda Pixar detrás. Todavía nos quedan algunas rotondas para convertir el barrio en un museo a la venta. Es cuestión de esperar.

Pero, volviendo a la pieza de artillería, tengo la impresión de que han arrancado la subasta con un elemento cargado de historia. Como un reloj roto del que un abuelo puede hablarte durante horas. Puede ser que no funcione o que lo haga con una munición que solo se encuentre por eBay. Sería una compra más bien sentimental que rozaría la adopción. La oferta no es mala, pero ayuda poco que la bandera que la acompaña sea pequeña, como si ese fuera el tamaño máximo que pudiera defender. Puestos a vender, habría que colocar una bandera grande, orgullosa, tranquila : son las joyas que lleva encima la anciana lo que le da valor al pequeño perro que la acompaña. ¡Orgullo!

Si yo tuviera dinero, la compraría en la subasta sirviéndome de un intermediario que, en el momento apropiado, realizaría la puja definitiva llevándose la mano al sombrero con una elegancia que yo no tengo. Una vez mía, no la cambiaría de sitio ni pediría que le grabaran mi nombre. Me bastaría con orientar su cañón hacia otro lado : a ver si, por una tontería, el día que Kaká realice el partido de su vida y alguien se fije en él, se dispara el cañón y ahí donde había un posible traspaso aparece un agujero humeante.

Mientras tanto, alguien podría marcar la sombra del cañón para usarlo como reloj solar.

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