viernes, 10 de mayo de 2013

Un lobo con piel de lector




Un lobo con piel de lector : Esa época de mi vida en la que podía pasearme por la FNAC todo el tiempo que quisiera para mirar libros que no iba a comprar se ha convertido en estos rápidos segundos que tengo que repartir entre los que sí me llevaría. Llevo el ritmo de un legionario desfilando : rapidez, decisión y a quién le importa cómo me muevo. Apenas leo un título, salto al siguiente, con lo que creo una frase larga como una bufanda tejida por una abuela alimentada a base de Red Bull y agujas de plutonio. Plutonio, por decir : nos entendemos.

Todo el tiempo que teníamos esta tarde se nos ha ido en la sección infantil. Tranquilidad. Paciencia. Déjame ver este libro. Voy a mirar este otro. ¡Animales!. Ese tiene buena pinta. Un cómic de Hora de Aventuras. ¿Puedo sentarme a leerlo?. Todo lo hago siguiendo los consejos de Bruno Bettelheim y de Daniel Pennac. Es importante que los niños lean. Lo sé. Pero no puedo dejar de sentirme como el lobo en mitad de un campo de margaritas al que le llega el olor de un rebaño de ovejas al otro lado del río. Tantas novedades pastando confiadas.

Tras negociar, le dejo coger dos libros. Solo entonces le pido una prórroga de cinco minutos para ver novedades. Escucho el sonido de la corneta en la cabeza y me lanzo a mi desfile particular. Algo así no es sano, pero los vicios no se pueden controlar fácilmente. Miro los títulos con cierta ansia, como si hubieran publicado justo el libro que necesito leer, al que, sin saberlo, me han llevado todas las lecturas que he hecho hasta ahora, como flechas en el camino. Daniel debe verme como un ejemplo de cómo puedes terminar si no haces un uso moderado de la lectura : si dejara sus libros en su sitio y me pidiera un juego para la PS3 lo entendería.

No hay rastro de ese libro definitivo, pero en la zona de los títulos elegidos me encuentro dos juntos : “En la mente de un perro” y “El cerebro masculino”. Como si fueran complementarios. Esa combinación daría para unos cuantos chistes que habría que aceptar con resignación. De hecho, creo que para entender ese cierto desorden compulsivo que tengo con los libros, me llevaría antes el de la mente de un perro : en eso me convierto aquí, rodeado de ovejas recién salidas de la imprenta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario