domingo, 26 de mayo de 2013

Un barril de pólvora




Un barril de pólvora : Hay tantos sitios en los que me gustaría que esparcieran mis cenizas, que me temo que no habrá suficiente para todos. Admiro a la gente que, incluso muerta, tiene las ideas claras y señala, con la seguridad de una brújula, dónde quiere que se haga. Tal vez debería ir reduciendo la lista para simplificar las cosas y evitar así que por aburrimiento el encargado de cumplir mis últimas voluntades no acabe pinchando la urna y dejándome caer de ella como la pólvora de los barriles en los dibujos animados.

Si sé que este punto en la Gran Vía, estará incluido en mi último paseo. Esta preferencia no se debe únicamente a que, en muy poco espacio, se junten tres grandes librerías, espalda contra espalda, como si lucharan contra el cerco de lo digital. Me gusta la Gran Vía por sí misma, por ese contraste que ofrece cuando se sale a ella desde una de las calles que la cruzan : Fuencarral, por ejemplo, donde me detengo un instante antes de incorporarme a la Gran Vía. Este es el punto. Y este es el instante.        

Después, basta con dejarse llevar. Hay calles que te ignoran. Otras, a las que das movimiento. Y un tercer grupo, como la Gran Vía, que te empujan y que solo te piden que te dejes llevar de aquí para allá : un cartel en una pared, dos quinceañeras que salen de una tienda de ropa, un heavy apoyado contra una farola, un quiosco con banderas del Madrid por un lado (“The especial one”) y del Barça por otro, el olor de una cafetería, los reclamos de la tienda de Telefónica y los imprevistos.

Me gusta pasear por esas situaciones que se le cuelan al cerebro por la escuadra cuando más confiado está de controlar la realidad. Hoy se ofrece una sin tener que hacer el esfuerzo de buscarla. Un grupo de ciclistas, todos con pelucas rubias, avanza a paso lento. Lo suficiente para provocar un leve atasco sin agitar demasiado la paciencia de los policías que los observan. Cuando están cerca, veo que se trata de una manifestación en defensa de la sanidad pública. Se producen tantas manifestaciones que se hace necesario buscar la forma de destacar y seguir atrayendo la atención. En este caso se trata de una deriva hacia el carnaval que tiene más sentido porque nace del fondo para llegar a la forma, en un camino inverso al tradicional, en el que parece que solo hay una forma que se trata de llenar, como sea, con cierto fondo. Tal vez sea una vuelta a los orígenes que trata de ocultar con el humor la sospecha de que da igual lo que se haga, sabemos que está todo decidido. A pesar de todo, sin embargo, hay que seguir pedaleando.

Los turistas les hacen fotos con todo lo que tienen a mano. Yo también les hago fotos, lo que me convierte en turista. Quizás también por eso me guste la Gran Via, por hacerme sentir siempre un 5% de fuera y tratarme como tal. Ser del 100% de un sitio acaba resultando agotador. Así que marco mentalmente una equis aquí mismo y decido que este lugar no es negociable, que no lo tacho de mi lista, que aquí habrán de esparcirse unas cuantas cenizas de mis pies. Será un momento que verá alguien que lo incluirá en su blog, manteniendo así vivo el espíritu, como si mis cenizas fueran olímpicas.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario