El pastelero de Carver : Nada habría
pasado si yo no fuera despistado y la dependienta de la pastelería no hubiera
sido incompetente.
El nombre que me habían dado como
referencia pertenecía a otra pastelería y yo dije que sí sin prestar mucha
atención, pensando que era el de la que voy a primera hora, antes de ir al
trabajo. Una vez dentro, envuelto por el olor a bollos y pasteles, me doy
cuenta de que ésta es una de las mejores formas de empezar un día. Especialmente
si es uno de esas jornadas en las que te pueden caer marrones de todas partes.
Ahí me encuentro con varias tartas
de chocolate. Cualquiera habría valido, pero Lucia sabe bien la que quiere :
una con un bizcocho suave. La dependiente se acerca y le pido que me explique
de qué está hecha cada una. La pregunta le sorprende. Alguna vez, supongo, lo
supo. En otras circunstancias, le habría dicho que cualquiera me valía porque no
soy de los que disfrutan viendo que alguien lo pasa mal y menos si se trata de
una dependiente guapa y menos un viernes por la mañana porque, al fin y al
cabo, el chocolate es chocolate. Pero Lucía, en fin. Insisto. Ella se marcha a
preguntar.
Llega el pastelero. Vestido de
blanco y con un gorro que hace que al instante me caiga bien. Ayuda bastante
que sonría y que se acerque a las tartas como si agradecería que alguien
quisiera saber qué llevan. Igual que esos futbolistas que vuelven al campo
vacío a contarle al periodista todos los pasos que le llevaron a meter un gran gol. Me detalla cada una de ellas con cuidado porque hay gente que no hace el trabajo
para salir del paso. Al final me decido por la que creo que Lucía hubiera
elegido.
Entonces el pastelero me pregunta
si quiero que escriba algún texto. Me lo tiene que decir dos veces porque la
primera vez, pensando que no había nada más que hablar, había vuelto a ese territorio
en el que cultivo mi despiste. Le contesto que sí, le digo los nombres de
Daniel y de Lucía y los años que cumplen.
Y en ese instante me descubro
dentro de un cuento de Carver. No es que lo recuerde. Estoy dentro de él. Es
probable que después de mí entre una madre a encargar una tarta con otro texto.
Ya sé lo que dirá el texto. Ya sé que el niño del cumpleaños tendrá un
accidente. Ya sé que el pastelero llamará varias veces a la madre para decirle
que la tarta está lista. Ya sé que el niño morirá. Ya sé que los padres irán
finalmente a la pastelería para que acaben esas llamadas insistentes. Ya sé que
el pastelero se disculpará, que compartirá su dolor, que les sacará unos
pasteles del horno para que los prueben porque eso es lo único que puede hacer.
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