viernes, 23 de agosto de 2013

El pastelero de Carver




El pastelero de Carver : Nada habría pasado si yo no fuera despistado y la dependienta de la pastelería no hubiera sido incompetente.

El nombre que me habían dado como referencia pertenecía a otra pastelería y yo dije que sí sin prestar mucha atención, pensando que era el de la que voy a primera hora, antes de ir al trabajo. Una vez dentro, envuelto por el olor a bollos y pasteles, me doy cuenta de que ésta es una de las mejores formas de empezar un día. Especialmente si es uno de esas jornadas en las que te pueden caer marrones de todas partes.

Ahí me encuentro con varias tartas de chocolate. Cualquiera habría valido, pero Lucia sabe bien la que quiere : una con un bizcocho suave. La dependiente se acerca y le pido que me explique de qué está hecha cada una. La pregunta le sorprende. Alguna vez, supongo, lo supo. En otras circunstancias, le habría dicho que cualquiera me valía porque no soy de los que disfrutan viendo que alguien lo pasa mal y menos si se trata de una dependiente guapa y menos un viernes por la mañana porque, al fin y al cabo, el chocolate es chocolate. Pero Lucía, en fin. Insisto. Ella se marcha a preguntar.

Llega el pastelero. Vestido de blanco y con un gorro que hace que al instante me caiga bien. Ayuda bastante que sonría y que se acerque a las tartas como si agradecería que alguien quisiera saber qué llevan. Igual que esos futbolistas que vuelven al campo vacío a contarle al periodista todos los pasos que le llevaron a meter un gran gol. Me detalla cada una de ellas con cuidado porque hay gente que no hace el trabajo para salir del paso. Al final me decido por la que creo que Lucía hubiera elegido.

Entonces el pastelero me pregunta si quiero que escriba algún texto. Me lo tiene que decir dos veces porque la primera vez, pensando que no había nada más que hablar, había vuelto a ese territorio en el que cultivo mi despiste. Le contesto que sí, le digo los nombres de Daniel y de Lucía y los años que cumplen.

Y en ese instante me descubro dentro de un cuento de Carver. No es que lo recuerde. Estoy dentro de él. Es probable que después de mí entre una madre a encargar una tarta con otro texto. Ya sé lo que dirá el texto. Ya sé que el niño del cumpleaños tendrá un accidente. Ya sé que el pastelero llamará varias veces a la madre para decirle que la tarta está lista. Ya sé que el niño morirá. Ya sé que los padres irán finalmente a la pastelería para que acaben esas llamadas insistentes. Ya sé que el pastelero se disculpará, que compartirá su dolor, que les sacará unos pasteles del horno para que los prueben porque eso es lo único que puede hacer.

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