miércoles, 28 de agosto de 2013

La jaula de cristal y sudor




La jaula de cristal y sudor : Incluso en la ciudad, hay deportistas de verdad y de mentira. Yo, para andar sin rodeos, soy del segundo grupo.

A los de verdad los veo desde el gimnasio correr por la pendiente que tengo delante con la soltura y la ligereza del que avanza con una misión mientras yo sudo en la cinta como si estuviera rodeado de lava.

Lo que nos dicta la conciencia del esfuerzo es que salgamos, que nos unamos a ellos, que aceptemos los cambios de temperatura, de rasante, de velocidad, el verte a diez kilómetros de casa cuando estás agotado o torcerte un pie por un camino por el que no pasa nadie. Encajar el sufrimiento, añadir un poco de riesgo. Que el cerebro también sude. Esas cosas.

Pero nos quedamos en el gimnasio, en una farsa que aceptamos y que no criticamos, como si fuéramos todos del mismo partido y nos tapara la boca la obediencia a las siglas. No voy a decir que sea mejor quedarse en la cama que venir, pero sí que estos ejercicios esconden la trampa del sucedáneo.

Para que no le demos vueltas a la cabeza, tenemos música, pantallas con distintas cadenas y monitores que, cuando te ven desfallecer, se acercan corriendo a charlar para que no pienses qué haces aquí dentro:

-¿Viste cómo Pinkman rociaba de gasolina la casa de Walter?

La cosa suele funcionar porque los monitores saben de qué tienen que hablar con cada uno. Son muy buenos: creo que hasta se reparten las series para abarcarlas todas y poder decirte algo de "Aquí no hay quien viva" o de "The Wire", según toque. Ahí sí que son profesionales. A veces creo que igual que en Hollywood todos los camareros son actores en prácticas, aquí los monitores son aspirantes a guionistas. El día que alguien se desmaye en spinning o se parta el esternón con una pesa mal cogida, se verá si además saben de todo esto.

-Estaba jodido el Pinkman, ¿eh?

Pero jodidos estamos los de esta jaula de cristal y sudor viendo a los deportistas al aire libre ejercitarse con una profesionalidad de anuncio, envueltos en la lírica de la voluntad y con un sudor tan puro que podría embotellarse, mientras que el nuestro solo sirve para empapar una toalla que muchas veces no puede reanimar ni la lavadora.

En fin. Aquí seguimos. Sudamos, vale, pero nuestras ganas de aventuras siguen entre las sábanas de la cama, estirando un poco más el descanso. Como legalmente no está bien visto que acabemos con todos los deportistas que están del otro lado del cristal, lo que nos queda es esperar a que lleguen los días cortos, a que empiece ya el frío y solo queden los que no van a casa ni para descansar.

Cuando salgo hoy, ya está anocheciendo. Muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario