lunes, 12 de agosto de 2013

Un pequeño rodeo de doce años




Un pequeño rodeo de doce años : La última vez que vinimos al Fringe fue en el 2001. Vimos 18 obras, de las que recuerdo “Medea”, “Three dark tales” y “The notebook”. El descubrimiento del festival de ese año fue Gregory Burke, el escritor de “Gagarin way”, cuyo último trabajo había sido de controlador de los cartuchos de tinta en Lexmark. Se me quedó ese detalle porque me pareció un salto lógico: el futuro no dejaba de pasar por delante de sus narices, como los platos en algunos restaurantes japoneses.

Algunas cosas más de ese año: El precio medio de una entrada era de 10 libras (este año ha subido a 15); Lizz Francke, director del Festival Internacional de Cine de Edimburgo, aprovechaba una entrevista para recomendar a Lorrie Moore, de la que compré “Anagrams”; el Scotsman titulaba “Foreign prostitutes flocking to Edimburg Festival”; y descubrí que en el Waterstones se podía comprar el Marca. Comidas, venues, paseos y días de lluvias.

Doce años después hemos vuelto y la impresión es que hemos retomado todo donde lo dejamos. Como si apenas hubieran pasado unos meses. Hemos asistido a menos obras, casi todas infantiles, y el gasto, al ser cuatro, ha sido bastante más alto que en el 2001. No importa: descubrirles a dos mellizos de nueve años que algo como el Fringe existe es una de las mejores formas que se me ocurre de gastarse el dinero. Les hemos dado el arranque de una historia a la que espero que le vayan añadiendo futuros capítulos.

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