miércoles, 7 de agosto de 2013

Un suave movimiento de manillar




Un suave movimiento de manillar : Edimburgo es una ciudad preparada para las bicicletas, pero creo que el peregrino del Fringe debe hacer todo su recorrido a pie porque eso le acercará más a las indulgencias del santo, si es que hay santo, si es que tiene indulgencias.

Hay que andar porque aquí el camino es importante. Van surgiendo cafés con todas sus mesas diferentes, gente que quiere comentar contigo el final de Breaking Bad al ver tu camiseta, tiendas de libros con títulos sugerentes (tiendas en las que al minuto de entrar sientes la necesidad no de comprar un libro, sino de ponerte a estudiar algo, lo que sea), grupos de actores de camino a su obra, venues en lugares en donde no esperarías encontrarlos, fumadores tranquilos a la puerta de un pub, vendedores de perritos calientes, turistas con mochilas cargadas, autobuses de dos pisos recomendándote que visites el Britannia, que veas la segunda película de los pitufos, que te subas a ellos para el paseo fantasma, restaurantes donde combinar haggis y whisky, expositores de sándwiches en Greggs, posters sobre la exposición de Doig, parques con gente tumbada en el césped o aprendiendo a hacer juegos malabares, estatuas con una gaviota en la cabeza o humoristas que consiguen que un grupo de gente les preste atención.

Hay que andar, pues, sabiendo que en el mapa del catálogo todo parece más lejos de lo que en realidad está. Uno de los grandes placeres es creer que la distancia a un venue todavía es grande y encontrarse, a pocos metros, con un cartel que lo anuncia. Se relajan las piernas, se frena el paso, se anuncia a los niños que no queda nada, se cierra el catálogo y se pone uno en disposición de disfrutar.

Y, en medio de todo ese barullo, la figura del ciclista de la ciudad que es capaz de esquivarlo todo con un suave movimiento de manillar, sabiendo que en septiembre las calles volverán a ser suyas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario