viernes, 30 de agosto de 2013

El sol se pone más despacio el viernes




El sol se pone más despacio el viernes : Para comprobar que el sol se pone más despacio el viernes, solo hace falta ir en coche a través de uno de esos paisajes de horizonte liso por los que a veces se cruza una señal, un árbol, un poste del tendido eléctrico con un penacho de hierba seca a sus pies.

Conviene ir sin prisa (la cena empieza cuando tú llegues) por un camino que las ruedas se sepan de memoria para poder prestar una atención distraída a todas esas cosas que no te necesitan para suceder. La puesta de sol, por ejemplo. Al sol le importa bien poco que estés ahí para admirarlo, en plan rollo tranquilo en Ibiza, o que te pille preparando dos tortillas francesas para la cena, en plan rollo nada tranquilo en casa. Toca atardecer y él se pone sin esperar al poeta que necesita un poco de inspiración o a la pareja que va a celebrar su aniversario.

Veo cómo el cielo se va cubriendo con ese color naranja que en las páginas de compra de entradas te indica que quedan pocas localidades. Tono "quedan pocas localidades", pues. Es bonito. La Naturaleza, cuando te esfuerzas por describirla, te abre los matices de su belleza.

Salto de la imagen del sol (a mi derecha) a la conversación con la conductora (a mi izquierda) sobre cosas del trabajo. Ese tipo de charla en el que se pasa de una anécdota a una queja como el que va sacando las cosas del lavavajillas y las coloca en su sitio para olvidarse de ellas. Cuando vuelvo a mirar al sol compruebo que apenas se ha movido. El matiz del cielo es "casi todo vendido". Parece haber derretido el punto del horizonte que tiene debajo. Poco más.

Regreso a la conversación, que sazono con unas cuantas palabras importantes (crisis, dinero, futuro) y algunas menos trascendentes (vino, fotos, libro). Hecha mi aportación, vuelvo a mi experimento con el sol. Sigue inmóvil. Un color "no hay entradas" fascinante, pero inmóvil. Tampoco me extraña. Los viernes yo mismo me demoro cuando termina la jornada: el resto de la semana se sale corriendo del trabajo para llegar a este momento, así que una vez alcanzado no hay por qué apresurarse. Igual que el corredor de maratón que parece frenarse unos metros antes de pasar por meta.

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