jueves, 27 de octubre de 2011

La taza gris

Una vez que he encontrado las cápsulas de café para el trabajo, decido comprarme una taza para llevarme a la oficina. En el Carrefour está todo señalizado y puedes dar con cualquier producto menos con la sección de tazas para la oficina.

No me cuesta descubrir el por qué : no hay sección de tazas para la oficina. No debemos ser muchos los que un jueves a las nueve y media, cuando todos los pasillos están llenos de gente reponiendo artículos, decidimos que queremos una taza para llevarnos al trabajo. Lo que veo, después de ir de aquí para allá, es una zona en la que hay tazas de colores, con flores, altas, finas, estilizadas. Son tazas para que una adolescente se tome un cola-cao una tarde de domingo mientras mira por la ventana llover. Yo no soy adolescente aunque, sí, algunas veces tengo la sensación de que llueve dentro de mi cabeza. Mis cambios de humor se deben a esa lluvia que comienza a caer sin motivo aparente, porque afuera hace un sol que a los demás les pone de buen humor, tan de buen humor que llenan todas las terrazas, cómodamente sentados mientras levantan la mano a la camarera.

-Cuando pueda.

Y unas cañitas, un pollo rebozado, unas aceitunas, una ración de tortilla, un buen jamón, unas patatas fritas, unas hamburguesitas, ese pulpo tan bueno a la brasa, unas de bravas o una ensaladilla rusa.

Entre tantas tazas de quinceañeras encuentro una gris. Es de color gris, a secas. Me parece bien porque no hay otra opción. La examino con cuidado para ver si tiene algún golpe. Si no tiene un golpe, ¿qué va a hacer ahí la única taza de color gris entre flores quinceañeras?. No encuentro nada raro. Sólo esos trozo de papel que se quedan cuando arrancas la etiqueta sin demasiado cuidado. Mal sino el de acabar de taza de oficina, de la Nespresso a la mesa, de la mesa al baño para ser aclarada y de ahí vuelta a la visita a la Nespresso. ¿No sería mejor estar entre las manos de una quinceañera, veinteañera, treinteañera que podría llenarte con algún té exótico, repleto de historias, mientras habla por el móvil con alguna amiga? Sí, lo habría sido, pero nunca con un color gris como ese.

Color modelo 111. Color Contaplus. Color despacho sin ventanas. Color Excel. Color nóminas. Color cuadro de amortización. Color archivo con llave. Color alfombrilla de ratón. Color consulta a la asesoría. Color monitor plano encima de un paquete de folios.

Rasco con la uña los trozos de papel sin problemas. Me parece bien esta taza. No es bonita, pero sí apropiada. La meto en la bolsa.

Si estuviera en una película americana, la taza tendría escrito un mensaje optimista. En Facebook hay muchos. A la gente le encanta escribirlos. Está claro que si este mundo es una mierda es porque la gente no tiene tiempo para leer esas frases tan optimistas. Hay tantas y son tan buenas. Qué pena que me pase igual que con la religión : no me las creo.

¿Y no creo en nada? ¿Por eso termino con una taza gris? No. Hay cosas en las que creo. No creo en la mujer que, reponiendo algo en la sección del pan de molde, me dice que no sabe dónde están las cápsulas de leche y me dice que hable con su jefe. Sí creo en esa mujer que, en la zona de los chocolates, me acompaña, sonriente, a la parte de los quesos.

-Ahí, al lado del queso en lonchas, están las cápsulas de la leche.

Y me acerco y ahí están.

Cuando me giro, la mujer se ha ido. Me habría gustado preguntarle si en la taza de su desayuno hay algo escrito para ponerlo en la mía.

Este post está dedicado a esa mujer, no a la taza gris. Lo siento, taza, pero es que eres gris.

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