martes, 13 de noviembre de 2012

Al principio no fue el verbo




Al principio no fue el verbo : Cuando todo esto pase (25 años empiezan a decir algunos economistas), alguien repasará la programación infantil de ahora y se sorprenderá : ¡Qué coño les ponían!. La máxima de que menos es más adquiere más sentido cuando es evidente, viendo lo que emiten las cadenas infantiles, que más es menos.

Hay que mantener las cadenas emitiendo, la caldera a máxima producción, a pesar de que nadie haga de maquinista ni se sepa hacia dónde se va. Un tren de mil vagones que pasa varias veces por la misma estación y que se dirige hacia un acantilado.

Primero intento razonar con los mellizos : “Esto es mierda”, argumento. De verdad que me esfuerzo, pero me quedo ahí, me agota demostrar lo evidente. Cada serie que se estrena es una nueva justificación para que la siguiente, viendo que todo está permitido, se sumerja más en la ciénaga : si el vídeo mató a la estrella de la radio, la tecnología ha aniquilado a la estrella del guión.

“Chowder”,”Hora de aventuras”,”El asombroso mundo de Gumball”,”Chum Chum & Fan Boy”, “Bob Esponja”, “Jessie”, “MI niñera es un vampiro”, “Shake It Up”

Es entonces cuando, viendo que con los argumentos no llego a ningún lado, echo mano de los actos. Retrocedo unos noventa años y preparo un ciclo de cine en blanco y negro. Primero, el Gordo y el Flaco. Películas cortas, mudas, con letreros en los que se presentan breves diálogos. Al principio les parece raro, pero intuyen que ahí detrás, en los orígenes del cine, había algo que parece perdido : un cierto esfuerzo, cierta intención. Cumplido este trámite, y viendo que aceptan el código que imponen las películas, tan alejado de lo que están acostumbrados a ver, pasamos a Harold Lloyd.

Si las películas del Gordo y el Flaco avanzan a sacudidas, como esos coches que ellos mismos conducen, en el mundo de Harold Lloyd todo fluye con una elegancia optimista, de cuando el futuro parecía una línea recta que se podía seguir. A veces la historia se puede torcer, pero nunca es nada tan grave que el ingenio no pueda arreglar. En esos momentos lo que Harold Lloyd dice es : sé como yo. Piensa un poco, elige una buena idea (siempre hay una si sabes verla) y realízala sin pensarlo. ¡Lánzate, confía en ella!

Hoy seguimos viendo “El hombre mosca” (Safety last!), con esa famosa escena en la que sube la fachada de los almacenes en los que trabaja para conseguir los mil dólares que ofrece el director a la mejor idea para atraer gente. Todo ese ascenso es una preciosa metáfora : la obligación inesperada cuando el amigo que iba a subir tiene que huir del policía, la promesa de que sólo se trata de un piso más, los distintos encuentros por las ventanas, la tensión cuando se agarra al reloj, los problemas con las palomas, la red que le arrojan a la cara, la advertencia de la anciana y el beso final con la novia en la azotea, después de estar a punto de caer cuando pensaba que lo había logrado.

Los mellizos la ven con atención. Ponerles esta película es algo que justifica el día. Después les pregunto qué les gusta más, si el Gordo y el Flaco o Harold Lloyd.

-¡Harold Lloyd!

No todo está perdido. Más allá del ruido, el color y la velocidad, al principio, hay vida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario