viernes, 30 de noviembre de 2012

Ahora, ahora, ahora




Ahora, ahora, ahora : Me gusta la complicidad que compartimos Daniel y yo yendo al cine (la sección femenina de la familia tiene otros planes). La película es muy, muy mala : la versión infantil de “Los vengadores”. Alguien se preguntó . “¿Y si hacemos lo mismo con Papá Noel, el hada de los dientes, no sé quién y no sé cuántos?”. El resultado es ridículo y caro : dos entradas, 17,90 euros.

Pero la película es lo de menos. Podría bajarla de Internet y me saldría gratis, pero perdería la oportunidad de estar los dos juntos. Charlamos en el coche, calculamos el tiempo que tenemos libre antes de que empiece, damos una vuelta por el Vips (él a ver juguetes y yo a encontrarme con un libro sobre Cartier-Bresson que finalmente no compro), intentamos sacar dinero en un cajero (uno no funciona y el otro, el otro, ja,ja,ja, pretende cobrarme tres euros por sacar veinte), le digo a Daniel que no hay palomitas y él niega, desilusionado, rebusco en la cartera y encuentro un billete que Lucia me dio hace mucho tiempo y que estaba ahí para que Daniel pudiera cercarse a comprar una botella de agua y unas palomitas medianas (5,40 el total), le doy la botella a Daniel (no me fío) y me quedo con las palomitas, entramos en el baño, dejamos la botella y la bolsa de palomitas junto a los grifos y nos lavamos las manos con meticulosidad de cirujano (así), recorremos todo el baño con las manos goteando hasta que damos (por fin) con un secador que suelta un aire fuerte y caliente, directamente del desierto, y yo me seco las manos primero y él se las seca después, y terminamos de quitarnos la humedad frotándolas contra los muslos (así), y cogemos las palomitas (yo) y el agua (él) y entramos en la sala (no, hoy no necesitamos alzador) y vamos buscando el número de la fila agachados, como si lleváramos una gran carga, hasta que damos con la fila y con nuestros asientos y, ya ahí, nos tomamos nuestro tiempo en ocuparlos (no sé si existe un nombre para definir este placer que se siente cuando puedes ocupar un sitio en el cine sin prisas), Daniel se quita el abrigo, se sienta, coge las palomitas, yo hago lo mismo con el agua, dejo el iPhone al lado y miramos a la pantalla esperando que empiecen los anuncios, la película, cualquier cosa.

Entonces Daniel me advierte de que tenemos que esperar a que empiecen a proyectar algo en la pantalla, da igual qué, para comenzar con las palomitas. Vale, le digo. Y cuando me giro hacia él, ya ha empezado a comérselas y sonríe con esa risa que nunca, nunca, olvidaré cuando le pillo. Gira las palomitas para que pueda coger unas pocas.

La película, decía, está muy bien hecha pero no vale nada. Bah. Da igual. Los dos nos vamos terminando las palomitas sin prisas mientras yo me digo : es ahora, ahora, ahora. 

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