jueves, 28 de abril de 2011

El hombre que no podía dormir


Este es el título del cuento de esta noche : “El hombre que no podía dormir” :

Nada más nacer, los padres descubren que su hijo no duerme. Como durante el día siempre está descansado y activo, todos, incluido él mismo, se acostumbran y acaban aceptándolo como algo normal. El hombre que no puede dormir aprovecha para leer, para dibujar, para aprender idiomas. Se convierte en el más listo de la clase, curso tras curso, hasta que llega a la Universidad y una chica llamada Irene le pregunta si alguna vez ha soñado.

-No – responde el hombre que no podía dormir.
-¿Nunca?
-Nunca.
-Yo ayer soñé que tenía tres elefantes. Uno me llevaba al trabajo, otro de compras al mercado y con el último iba al cine

En este momento se detiene la historia del hombre que no podía dormir. Lucía tiene una pregunta :

-¿Y si iba a una tienda, qué elefante se llevaba?

Poco queda ya de esa Lucia que, durante cientos de noches, se duerme nada más escuchar el “había una vez”, dejando que sea Daniel el que escuche la historia hasta el final. Ahora Lucía disfruta desmontando el cuento. Ante una frase como la de Ana María Matute : “Créanse mis historias porque me las he inventado”, Lucía se reiría, quizás con razón : si saco yo una hada en un cuento es posible que Lucía enrolle un álbum de Hello Kitty y la estampe contra la pared.

Le gusta colocar en la vía del tren varias preguntas para que la historia se frene. Las respuestas tienen que ser razonadas y esta noche no es una excepción. Si no me esfuerzo, no podré continuar con la historia del hombre que no podía dormir.

-¿Por qué tiene tanto morro el elefante del cine? Sólo tiene que hacer algo una vez a al semana y el del trabajo tiene que ir todos los días.

Así es Lucía, así son los cuentos ahora. Ayer vino del colegio con un diploma que le dieron por resumir un cuento que les conté una noche. “Por el excelente trabajo presentado en el concurso de cuento”. No le dio mucha importancia, como si para ella todo esto de la literatura fuera algo secundario.

Cuando mis explicaciones sobre la situación laboral de los elefantes la convencen, se queda en silencio para que el tren vuelva a arrancar :

El hombre que no podía dormir decide meterse en la cama hasta que se quede dormido. Pasan los días sin que lo logre. Vienen periodistas a entrevistarle, amigos a darle consejo, madres a ofrecerle diferentes brebajes para probar. Ninguno funciona. Él cuenta y cuenta ovejas, pensando que nunca se dormirá

Hasta que una noche (creo que nos gustan las historias porque siempre hay un hasta que) a Irene, que ha estado pendiente de él, le lee unos cuentos. Él escucha atentamente las historias. Todas le parecen aburridas, pero hay algo que le atrapa : el tono de voz de Irene al leer es completamente distinto al que tiene normalmente. Es un tono al que poco a poco se va abandonando hasta que, por primera vez en su vida, se queda dormido

Lucía y sus preguntas se duermen. Daniel y su miedo a desvelarse se duermen. Y yo pienso en ese final : como al protagonista del cuento, no me importa lo que se dice, sino cómo.

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