De entre las noticias de El País de hoy, destaca el titular de un blog, abriéndose paso entre Costa de Marfil, el Tottenham, los EREs de Andalucía, las declaraciones de Berlusconi, las anguilas con radioactividad de Japón, las adolsecentes que quieren ver a Justin Bieber, el caso Faisan en la Audiencia Nacional, el ataque de Misrata a Gadafi o la fotografía de Ronaldo entrenando.
Dice el blog…
(esperad un momento que me acerco hacia él, a ver si tendiéndole una mano logro que pueda pasar entre esas noticias tan densas y contundentes. Un ratón entre las patas de los elefantes. Aquí llega el ratón).
Dice el ratón : “Por si alguien no se ha dado cuenta, la temporada de fresas ya ha llegado”.
De esta frase subrayo las palabras alguien, temporada y fresas. Ese alguien al que hace mención soy yo. Yo no me había dado cuenta. En mi pequeño mundo apenas hay sitio para la palabra temporada. Sólo la uso dos veces :
Primera vez : Cuando veo que han quitado la lona que cubre la piscina y me digo “vaya, empieza la temporada de baños, qué bien”.
Segunda vez : Cuando veo que ponen la lona que cubre la piscina y me digo : “vaya, se acabó la temporada de baños, qué pena”.
Son las mismas frases, que aprovecho como la lona, que tampoco cambia de año en año. Quitando esa excepción, apenas uso la palabra temporada. La tengo colgada en el armario con algún antipolillas, eso es todo.
El concepto temporada me es ajeno porque no existe a mi alrededor. Sea el mes que sea, mi carrito de Mercadona siempre tiene los mismos artículos. No hay salchichas de temporada, no hay papel higiéncio de temporada, no hay colines de temporada, no hay leche entera de temporada, no hay pastillas para el lavavajillas de temporada, no hay kétchup de temporada, no hay latas de atún de temporada, no hay pan de molde de temporada, no hay emmental de temporada, no hay gel de baño de temporada. Siempre es el mismo carrito, qué bien.
Un optimista te dirá que ese mismo carrito hace que vivas en una eterna temporada. Un pesimista te dirá que no tienes ni puta idea de lo que es una temporada. Aristóteles te diría que fueras medio pesimista, medio optimista para estar en el término medio, pero es que a Aristóteles le debía gustar que le dieran por todos lados. Y no, no voy a matizar esta última frase.
En este momento, lo que me importa es, básicamente, lo que me digo a mí mismo. A saber : que me sorprende que con esos titulares la palabra temporada me haya llamado tanto la atención. Me ha servido para recordar que el mundo sigue girando y que ahora es el momento de disfrutar de algo que no habrá dentro de unas semanas y que aquello que sustituirá a lo que hay hoy será reemplazado por otra cosa. Este momento ofrece algo distinto y, por eso, este momento tiene valor. Sí, frase de coaching, pero ha salido así.
Un valor que hoy tiene la forma de unas fresas.
Unido al concepto de temporada está el de espera : una espera que se mantiene viva y que se va renovando conforme cambian los productos de cada temporada. Me doy cuenta de que para sentirse vivo es necesario experimentar en cada momento esa espera, que esa espera justifica el pasado (del que obtenemos el conocimiento de lo que vendrá), el presente (dándole el valor que tiene) y el futuro (animándonos a seguir actuando sabiendo que eso que esperamos llegará).
Pensando en esto, descubro que, básicamente, no espero. Y si dejas vacío ese hueco, se sienta, como siempre, la rutina, acompañada por el cansancio. Y una vida hecha con rutina y cansancio es como esas plantas de plástico en la que la gente deja las colillas. Mal asunto.
Tiras de temporada y sale espera y si miras detrás de espera, verás curiosidad y otra más y otra más. Como este post ya es bastante largo, no me voy a entretener. Sería como pediros que hicierais largos en la bañera. Os dejo el trabajo a vosotros. Queda también, como ejercicio, elaborar la lista de productos que ahora estén de temporada.
Y ya está. Ya podéis salir de la bañera.
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