sábado, 16 de abril de 2011

No hay nada igual


Es la primera vez que me voy al Bernabéu con cinco libros. Cinco son excesivos, lo sé. Uno o dos pueden ser útiles cada vez que el Barça anuncia un cambio y el sustituido sale andando tranquilamente del campo (que algo de cariño le tendrán cuando se toman su tiempo) y llega el momento de sacar de la bolsa “Velocidad de los jardines” y leérselo, porque sólo tiene ciento cuarenta y una páginas y te da tiempo a terminarlo.

-Pues ya está. ¿Quién ha salido?

Y en el siguiente cambio empiezas “Ventajas de viajar en tren”, que también anda por las ciento cuarenta y nueve páginas. Cierras el libro y ves a Pep recibiendo al que abandona el campo con algún gesto bien estudiado, nada de la frialdad con la que Mou pasa de Abelda cuando el colegiado le expulsa

(Los árbitros levantan más la mano con una roja que con una amarilla. Ahí se delatan. Les gusta)

Algún malpensado dirá que llevo cinco libros porque es un número que tengo grabado en el inconsciente. Puede ser. He visto el cincuenta en bastantes sitios : en un anuncio del McDonald´s hablando de las ventajas de una hamburguesa de los cincuentas o en el cincuenta por ciento de descuento que ofrecía una pizzería. Por poner dos ejemplos.

Pero lo del cinco con los libros no ha sido premeditado. Antes del partido me voy de librerías a buscar esos libros que ya están un poco sucios y que tienen pinta ya de abandonados : “A bordo del naufragio”, de Alberto Olmos (1998), “Ventajas de viajar en tren”, de Antonio Orejudo (2000), “Ya no pisa la tierra tu rey”, de Cristina Sánchez-Andrade (2004) o los que han salido en edición de bolsillo : “Deseo de ser punk”, de Belén Gopegui (2011) o “Velocidad de los jardines”, de Eloy Tizón (2008)

Compro cinco libros y cinco más se quedan para la próxima vez : “Sangre a borbotones”, de Rafael Reig, “Chet Baker piensa en su arte”, de Vila-Matas, “La niebla, tres veces”, de Menchu Gutiérrez, “Vive o muere”, de Anne Sexton y “La brújula de Noe”, de Anne Tylor.

Así que, mientras calientan los jugadores, empiezo con “Velocidad de los jardines”. Y me encuentro con frases como ésta : “A esa hora, en el otro extremo del mundo, una espiga cae tronchada por el peso de la calma” (Página 19). Dejo la lectura ahí

Y trato de meterme en el partido, lo que es muy fácil. Sólo hay que dejarse llevar porque no hay nada igual a un Madrid-Barça (Excepto otro Madrid-Barça, lo que no es bueno cuando uno ya va acumulando bastantes). Te das toda la inercia que puedes hasta que descubres a un Madrid con un juego conservador. Sale un partido algo bronco, seco, limitado, como si la consigna fuera mostrar los menos recursos posibles. Aunque el partido termina en empate, creo que el ganador es el Madrid porque logra imponer su criterio.

Chillo, grito, insulto, aplaudo, pero no me engaño con lo que veo. No hay fútbol. Ni en un lado ni en otro. Seguiría con “Velocidad en los jardines”, pero me da vergüenza sacar el libro. Es probable que la cámara que, colgada de cuatro cables, se mueve por encima de nosotros se fijara en mí.

-Ese tipo está leyendo.
-¿El Marca?
-No, un libro.

Tremendamente sospechoso. Por eso sigo con la frase de la espiga en la cabeza. Hay cambios, pelotazos, dos penaltis, una expulsión, un balonazo de Mesi, una gran jugada de Ozil, un árbitro poco justo, y, como he dicho, bastantes insultos. Mañana estaré ronco.

El mejor momento del partido se da cuando todos tratamos de entrar en el metro. La gente va resignada. No es mal resultado empatar con un jugador menos. Pero el tema central es que ha habido muy poco fútbol. Una de las máquinas se rompe y la gente empieza a bromear.

-Hasta aquí llegan los tentáculos del Barcelona.

El encargado de controlar a toda la marea que tiene que pasar por los tornos se pone nervioso :

-Vayan a la derecha, a la derecha…bueno, es mi derecha, así que se trata de su izquierda. Vayan todos a la izquierda, por favor.

“Caer tronchado por el peso de la calma”. Ésa sí que es una buena frase.

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