martes, 12 de abril de 2011

¿Para qué sirve un ángel?


Camino del coche, a la salida del trabajo, me dedico a leer los anuncios que me encuentro. Ya que he ganado dinero y dispongo de tiempo para mí, quiero saber en qué puedo gastar los dos.

Julia Roberts me invita a que me gaste el dinero en Lancome, los del Orale, me dicen que no, que me vaya a su restaurante, los del Corte Inglés, que me lo piense mejor y me dé un paseo por sus ocho días de oro, los de Axe niegan todo lo anterior para insistir en que me dé desodorante y que lo comparta (“Hasta los ángeles caerán”), los de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, curiosamente, me dicen que me lo gaste en cualquier cosa menos en cocaína (Sabes dónde empieza la diversión pero no dónde puede acabar), los de Pozuelo se anuncian a sí mismo con una fotografía de José Mercé diciendo que en Pozuelo está en la gloria, los de la exposición “Cielo y Tierra” me sugieren que emplee mi tiempo en ver todo el arte sacro que tienen que ofrecerme, la modelo de Desigual no ofrece nada en general aunque la sugerencia sea bastante particular, otra exposición sobre Alejandro Magno trata de que me asome a ver qué es lo que queda de esa excursión a lo bestia que se montó el discípulo de Aristóteles, y, por último, en un gran cartel leo algo sobre el día del juicio el 21 de Mayo “Clamen a Dios fuertemente”.

Muchas cosas que hacer. Pienso en todo ello y descubro que cuatro de ellas hacen referencia a temas religiosos : los ángeles de Axel, la gloria de José Mercé, el arte sacro de la exposición y la sugerencia de que, por si acaso, reces un poco, por lo que pueda venir. No está mal para un país laico.

En el colegio de los enanos, la alternativa a la clase de religión era una hora de estudio. Había que elegir entre que, con seis años, empezaran a manejar el concepto de Dios o hacerles sentir fuera del grupo sentándoles en una silla frente a un libro. Optamos por la opción de la religión como mal menor, a pesar de que sabía que llegaría el momento en el que tendría que morderme la lengua.

-Yo sé quién es tu padre – me dice Lucía una tarde.
-El abuelo Paco – le digo.
-No. Dios – me contesta.
-No – le digo – Dios no es mi padre.

Lucía me mira tranquilamente, con la seguridad de quien sabe que va al colegio a aprender frente a alguien que hace mucho tiempo que fue al colegio. Podría decirle muchas cosas sobre Dios, pero creo que esto es como coger un juguete al que le acabas de pegar unas piezas. Es mejor a que se seque para probar su resistencia.

Es necesario que tengan conocimientos de religión para entender la cultura en la que se van a mover. Esos cuatro anuncios son un buen ejemplo. Si no sabes nada de ángeles, por ejemplo, y ves su anuncio, puedes pensar que los ángeles están ahí para que te los folles después de echarte Axe por todo el cuerpo.

Aunque, bien pensado, no sé si para la religión es peor esa visión de los ángeles de Axe o la idea que un niño de seis años va a hacerse de Dios, un concepto del que yo, con cuarenta y un años, y toda la vida en colegios religiosos, no sé bien qué decir.

Creo que voy a probar el Axe ése. ¿Habrán sacado un modelo especial para cada una de las nueve categorías de ángeles?

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