jueves, 18 de abril de 2013

A ritmo de plátano



A ritmo de plátano : No seré yo quien defienda a las peras. Las veo expuestas y les presto la misma atención que a un partido de segunda división, que a un libro de Donna Leon, que a un tema de Aerosmith:  vale si no hay otra cosa. Echo unas cuantas en la bolsa porque Daniel me lo pide aunque parecen de madera. Al llegar a casa las dejo en el cuenco para que, como en el cuento de Pinocho, la madera se convierta en carne. Pero nada : ninguna hada tiene tiempo para pasarse una noche a realizar un hechizo de poca categoría, de los que no se añaden en el curriculum. En el tiempo en el que una cebolla llena de tallos la nevera, la madera no despierta. Y una noche, al tantear la pera, el pulgar se hunde en una carne que ya está demasiado blanda, como un argumento de Donna Leon, como una balada de Aerosmith. Con los plátanos es diferente. Hago una defensa sincera de ellos cada vez que llega el momento de elegir un postre porque no es difícil adivinar qué día estarán justo como me gustan. Que todo se hunde, vale, pero en esta cocina puedo decir “hoy estarán en su punto los plátanos”. Y no me equivoco. Lo que, aunque parezca estúpido, conserva el camarote estanco.

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