miércoles, 10 de abril de 2013

La lógica del balancín




La lógica del balancín : Recojo la mesa mientras los mellizos duermen y María tiene una conference call de once a doce de la noche. Escucho su voz al final del pasillo. Las respuestas las oye por sus cascos, así que parece que hablara sola. La globalización impone un único reloj para todo el mundo y cuando señala la hora de reunirse (que coincide con la del que acaba de desayunar en el despacho más alto), no importa si estás en Australia, Argentina, Canadá o al final de un pasillo.

Limpio los platos con dedicación antes de meterlos en el lavavajillas. Aunque haya cenado con nosotros, María seguía con la cabeza en la oficina. Ahora está en un extremo del balancín, pegada al suelo (quizás hasta un poco hundida) por el peso de lo real, provocando que yo esté elevado, como si fuera de ficción. Y es cierto : me veo como un personaje de “Casa tomada”, como el protagonista de “Náufrago”. Hasta tengo a mi versión de Wilson en esa naranja a la que Daniel le puso ojos y labios que está encima de la campana extractora. Hola, Wilson, le digo. Y coloco los platos en el lavavajillas. 

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