lunes, 29 de abril de 2013

El antídoto



El antídoto : Después de darle el beso de buenas noches y justo cuando estoy saliendo de su habitación, la luz apagada, el libro de Rodari en su sitio, Daniel me dice que ha hecho un dibujo en el colegio y me pregunta si quiero verlo. Ya sabe que las palabras pueden tener más o menos valor y que para saber si realmente valoro sus dibujos, como suelo decirle, tengo que demostrarlo ahora con un gesto : ya es tarde y el cansancio se ha extendido por mi cuerpo, justo cuando he terminado el largo cuento de Rodari de hoy, como un veneno denso. 

Dudo un par de segundos y enciendo la luz. Daniel salta de la cama y de su mochila saca un papel doblado que despliega. Un niño que tiene problemas con las matemáticas, me dice. Me fijo en su rostro, en la posición del cuerpo y en ese árbol con manzanas del fondo. Parece una interpretación de "El Pensador". Le pregunto si lo han dado en una ficha. Sí, me dice. Hablamos un rato del dibujo : llovía en uno de los recreos y un amigo y él se pusieron a dibujar. Mientras me lo cuenta, me voy fijando en los detalles : la mano cerrada, la oreja, el pelo desordenado, los cordones de los zapatos, el gesto, entre triste y preocupado del niño. Pasamos un rato charlando. Al darme cuenta de la hora que es, termino bruscamente con la charla, le pido que se tumbe y apago la luz. Objetivamente hablando, algo debe haber en sus dibujos porque la segunda vez que cruzo la puerta de su habitación ya no estoy tan cansado

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