viernes, 26 de abril de 2013

Sumergidos en el último sol




Sumergidos en el último sol : Bajamos por Fuencarral después de cenar en el McDonald´s a esa hora en la que te encuentras una mesa con quinceañeras en un lado y, en el otro, un padre con sus dos hijos. Bajamos por Fuencarral hacia la librería Tipos Infames porque yo me he portado bien con los mellizos y ahora me toca a mí : en vez de un gran regalo del día del padre, preferiría pequeños detalles, como el de no quejarse cuando bajamos por Fuencarral camino de Tipos Infames después de comer una hamburguesa en el McDonald´s a esa hora en la que quedan globos de regalo y las dependientas están de buen humor y bajan al piso de abajo con tu bandeja (el menú McRib les pilla en fuera de juego y tienen que prepararlo porque debemos ser los únicos que lo pidamos hoy). Bajamos por Fuencarral y trato de no correr a pesar de que los dos me dicen ahora que están cansados y muy pronto pedirán ir a casa: no lo estaban en la tienda en la que han mirado y cogido todo ni en el McDonald´s, en el que hemos hecho una gran montaña de patatas sobre la que hemos vaciado todos los sobres de ketchup, donde hemos ido todos al cuarto de baño a usar ese secador en el que metes las manos para sentir los chorros de aire caliente que salen de él. Bajamos por Fuencarral y voy despacio, sabiendo que estoy gastando ya un tiempo del que no dispondré en Tipos Infames, porque es también ese momento de la tarde en el que al final de cada calle con la que nos cruzamos hay un sol que la cubre de una luz que la desborda y en la que nos sumergimos hasta los tobillos. En la siguiente calle, el mismo fenómeno con un sol pleno, como si estuviera dispuesto a derrochar toda la energía que no hubiera consumido hasta el momento. Es un atardecer que va a más, como una canción que en sus últimos segundos, en vez de ir difuminándose, subiera de volumen, pidiendo a todos los instrumentos que se unieran. Bajamos por Fuencarral y el efecto, totalmente inesperado, me llena de energía. De calle en calle hasta que por fin llegamos a la de Tipos Infames. Que ya están muy cansados, que ahí no hay libros para niños, que hay mucha gente. Venga, chicos, les digo, un momento. Y me limito a rodear las mesas de novedades como un perro que olfateara a otro más grande. Veo una nueva edición de “El libro del desasosiego”. Lo abro y leo una frase : “No es el amor, sino sus alrededores, lo que merece la pena”. Lo cierro. ¡Suficiente!

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