jueves, 4 de abril de 2013

Dos formas de abandonar una clase



Dos formas de abandonar una clase : La ventana que tengo al lado en la sala da a un balcón que recibe directamente la luz del sol, lo que me permite medir cómo se va acabando el día. Delante, el ponente avanza en un curso sobre valoración de start-ups, pero como se gana la vida con eso apenas da información relevante, solo lugares comunes y una cita de Confuncio para no mostrar su cartas. Los flujos de caja y Confuncio : la clase de mezcla que solo se da en momentos como éste.

La luz, al principio, no me llama. Tomo unas notas en el cuaderno pero me canso pronto porque es difícil hacer un esquema del esquema que me ofrecen en la presentación. Escucharlo es como pasear por un edificio en el que solo hubieran levantado las columnas. Vuelvo a la luz, que parece haber reaccionado a mi falta de interés por lo que escucho y que ahora se ofrece con esa tranquila intensidad del atardecer.

Trato de regresar a la exposición. Apenas hay sitios vacíos. “Todo”, dice, “es cuestión de oferta y demanda”. Ahí está de nuevo la famosa ley con esa simplicidad que debería resultar sospechosa. Hemos caminado hacia atrás para, disimuladamente, dar como punto de llegada el de partida. No me importa porque, quizás para compensar, la luz va ganando en urgencia. Ya no mantiene las distancias y se convierte en una invitación a que salga. 

Me imagino todas las callejuelas del barrio de La Latina con los contrastes destacados. Podría empezar por el Palacio Real y después perderme un rato siguiendo esa luz por los objetos que me vaya encontrando para ver si los instala ya en la primavera. Si tengo suerte, hasta podría pasearme por algunas zonas como si las descubriera. Espero a que llegue el turno de preguntas para marcharme sin hacer ruido : salgo de la clase por la puerta pero hace ya unos minutos que he saltado por la ventana.  

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