sábado, 27 de abril de 2013

Las estrategias del Mal



Las estrategias del Mal : Tenemos palomitas suficientes como para ver todos los capítulos de Los Soprano. Antes de entrar en la sala, Daniel me pasa las suyas y se marcha al baño. Por influencia de mi suegra, tiendo a pensar que el Mal puede estar en todas partes, así que repaso rápidamente, como un guardaespaldas de Obama, lo que puede haber en el baño de un cine antes de decirle que sí. Venga, le digo. Estas precauciones, ya lo he visto, no hace falta tomarlas en el pueblo de mi suegra, donde se conserva ese Bien bíblico de antes de la manzana, ya se sabe, a pesar de que a pocos kilómetros, cosas que pasan, se produjera el crimen de Cuenca.

Tengo que admitir que son demasiadas palomitas. No pensaba que la oferta “Menú” (diez euros con una entrada, bebida y palomitas) incluyera esta cantidad desmesurada. Pero he visto la palabra menú y me he acordado de cuando me creía rico y pensaba que eso de calcular lo que uno se gastaba comiendo fuera en el trabajo era para los demás. Hasta que hice números, le pegué un mordisco al árbol de las matemáticas, y me vi fuera de mi paraíso de mantel, camareras y tres platos de primero y de segundo para elegir, café o postre. Además de esto, hoy es sábado, estoy con Daniel, vamos a ver una película que Oti ha puesto bien y me apetece hacer las cuentas con las tripas, no con la cabeza, así que sí, dos menús.

Ahí tenemos Daniel y yo palomitas para invitar a toda la sala. Va a ser una sesión de palomitas de hombres. Tal vez, intento se objetivo, no sea una cantidad saludable. De hecho, creo que no caben tantas palomitas en el estómago de un niño de ocho años. Pero no he leído noticias sobre ambulancias esperando en la puerta de un cine para hacerle un lavado de estómago a un niño. Tampoco la caja tiene ningún anuncio “Comer palomitas mata”. No, no lo veo. Quizás mi suegra tuviera razón con el tema de que el Mal en la ciudad está en todas partes, pero se quedara corta : quizás el Mal sea yo ofreciéndole a Daniel esté menú talla americana que ni Tony Soprano podría acabarse. Estoy por mirarme si tengo tatuajes en los nudillos. 

Daniel viene del lavabo contento, con la alegre expectación de un niño de ocho años al que le espera una tarde de cine con la película que quería ver desde hace tiempo. ¿Te has secado las manos?. Sí, me dice mientras se las frota contra los pantalones. Entonces estoy a punto de decirle que no quiero ser el Mal, que a veces las suegras tienen razón, y que deberíamos tirar algunas palomitas porque son muchas, y la salud, y las ambulancias. Ese era el plan, pero Daniel es más rápido y coge su cartón de palomitas y su botella de agua y me mira. Entonces dejo de ser el Mal para ser la Irresponsabilidad cuando dejo que sea él el que decida, sabiendo su respuesta, cuando le pregunto si no cree que son demasiadas palomitas.

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