viernes, 5 de abril de 2013

Exiliados del cosmos



Exiliados del cosmos : Me llega un link para que me sume a una campaña en defensa del CosmoCaixa de Alcobendas, del que se ha anunciado su cierre. Me gusta la iniciativa, pero creo que la decisión de La Caixa es rotunda como el ruido de las ruedas de un avión al desplegarse : después de escucharlo, solo cabe esperar el aterrizaje, instalado en un pesimismo aceptado.

Lo voy a sentir, sobre todo, por lo que va  a suponer para la defensa primaria (e irracional) de la Ciencia : al acercarse a la cúpula, que se ha convertido en su referencia, y caminar hacia la entrada, uno siempre siente, antes de comprobarlo dentro, que lo que ese edificio guarda tiene valor. Ese mismo tipo de ósmosis que se experimenta con el fútbol dándose una vuelta por un estadio antes del partido. No sé si la letra con sangre entra, pero aquí la ciencia primero se mete por la piel : se es un poco científico incluso antes de hacer el esfuerzo por entender algo. O se metía, por mantener el pesimismo del primer párrafo.

Los más perjudicados van a ser los niños, los más sensibles a esa combinación de continente y contenido. No creo que acudan con la misma ilusión a estas actividades en otro sitio. Los padres tampoco lo vamos a tener fácil y me veo poniéndoles guantes en la pescadería del Carrefour para recrear con unas gambas congeladas el “Toca,toca”, donde podían tener en sus manos un erizo de mar o una tortuga de tierra vivos. La crisis nos va empujando hacia las esquinas.

Fue en un Carrefour donde Daniel cogió una de esas redes que protegen la fruta individualmente. Daniel va seleccionando objetos aparentemente aleatorios con una intención clara, como si en su cabeza tuviera uno de esos vídeos en los que, pasados hacia atrás, las partes desparramadas reconstruyen su camino hacia el original del que formaban parte antes de estrellarse contra el suelo. Si la entropía es el problema, Daniel es la solución, aunque a veces haya que tener paciencia con lo que elige.

Y esta tarde la paciencia tiene su recompensa. Daniel coge la caja en la que llega una maleta y le hace cuatro agujeros. Después le da la vuelta al envase de cartón de seis bricks de leche para construir el casco con el que poder respirar por esos planetas de elementos reciclados y no tarda en descubrir para qué guardó la red de aquel mango de la frutería. Ya tiene la protección para los ojos que necesitaba.

Se da tres paseos por el pasillo. A pesar de que se le cae una chapa y se le suelta la protección de una pierna, le concedo la homologación oficial y los permisos necesarios para explorar nuevos mundos siempre que no salga de nuestra CosmoCasa particular.  

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