Como parte del proceso educativo, en la cena pongo el programa de Arguiñano para que mis hijos vean cómo es el mundo real. En Clan no tienen anuncios y es necesario que se les exponga a la publicidad para que, igual que ocurre con las vacunas, su cerebro se acostumbre y, llegado el momento, no quieran comprarlo todo con la idea de que lo necesitan y que les va a hacer felices.
Arguiñano hoy cocina un plato sencillo, unos espaguetis orientales que le permiten tener la cabeza en otra parte y encadenar varios chistes. Pasados unos cuantos minutos, llega el bloque publicitario. Los anuncios se suceden rápidamente, como madera que se le echa al fuego para que el deseo siga encendido y continúe tirando de una economía cada vez más oxidada, pesada, cansada.
-Masa para empanadillas de La Cocinera.
-Movistar y su tarifa de ADSL.
-Toyota Auris.
-Seguros Línea Directa para motos.
-Caramelos Ricola.
-Elogio y refutación del aceite de oliva.
-Carrefour y su papel reciclado.
-Leche Puleva con calcio.
-Lavavajillas Finish Quantum.
-Sopa Gallina Blanca.
Y 18 anuncios más. Chicles, audífonos, espectáculos sobre hielo, quesos, cápsulas para el lavavajillas, clínicas odontológicas, detergente para ropa delicada, zumos…Casi todo tiene que ver con alimentación, limpieza y medicinas. Resulta sorprendente todo lo que cabe en tan poco tiempo.
Los enanos ven los anuncios sin decir nada. Es Daniel el que me mira.
-¿Puedes adelantarlo? – me dice.
... ¿puedes adelantarlo?. Fantástica petición de un nativo digital.
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