viernes, 25 de febrero de 2011

Tortilla de patata como la de tu madre

¿A quién no le gusta la tortilla de patata de su madre? Da igual la que pruebes, siempre dirás : “Como la de mi madre, ninguna”. Y tienes razón, porque es así.

Me atrevo, pues, a hacer algo muy difícil. Enseñarte a hacer una tortilla de patata como la de tu madre. Tengo que advertir que los ingredientes son los que son y están los que están. Hay que obtenerlos todos sin buscar sucedáneos, sobre todo en lo referente al primero.

-Tu madre.
-Santo Tomás de Aquino, muerto.
-Un móvil con el teléfono de tu madre.
-Un taxi que recoja a tu madre.
-Una televisión encendida.
-Un plato grande que no sirva.
-Una tapa de sartén que no sirva.
-Cuatro niños.
-Aceite a la vista.
-Una vitrocerámica limpia.

Vuelvo a repetir lo de la fidelidad a los ingredientes. Tu madre tiene que estar viva y Santo Tomás de Aquino, muerto. Si no, no hay forma. La cocina tiene sus leyes.

Vayamos con la receta :

Con unas semanas de antelación, recibirás una comunicación del colegio diciendo que, debido a la festividad de Santo Tomás de Aquino, no va a haber clases. Así los profesores se pueden quedar en la cama, haciéndose el muerto hasta las nueve, en honor a Santo Tomás. Coges el móvil con el número de tu madre y la llamas.

-Mamá. ¿Tienes algo que hacer el veinticuatro?

Es una pregunta retórica porque tú sabes la respuesta. Claro que la sabes. Y ella, a los pocos minutos también. Y sabe que tendrá que coger un taxi con una bolsa en la que lleve lo necesario para hacer una tortilla de patata : un plato grande para servirla y una tapa para la sartén. Es importante que tú no tengas un plato tan grande como el de ella ni una tapa con la que darle la vuelta a la tortilla.

-Si no llevo lo mío, no sale igual – te amenaza.

Pues que lleve lo que quiera. Eso le da confianza y quizás esa confianza sea el ingrediente secreto que hace que la tortilla de tu madre salga como sale. Cuenta que, una vez en faena, te va a llamar al trabajo.

-Hijo, que no consigo poner la tele.
-Mamá. Arriba tiene un botón. Lo aprietas y ya está.
-Pero si es justo lo que he hecho. Voy a repetirlo…anda, ahora funciona.

Como venganza por el trato de la televisión, intentará desahogarse con lo que tenga a mano. Seguramente con la vitro. Hay una desconfianza mutua entre la generación de nuestras madres y las vitrocerámicas. Las sonrisas que se dedican cuando están juntas se convierten en críticas al separarse.

-… (porque la vitro está limpia. Casi puedes escuchar sus pensamientos).
-... (esperas a que pregunte por el aceite)
-¿Y el aceite?.
-Al lado de la vitro.

Escucharás los gritos de tus hijos y sus primos de fondo, corriendo por la casa. Te costará colgar porque por unos instantes te llegará el olor de la tortilla. No sabrás si tienes un smartphone o un smellphone.

-Bueno, pues te dejaré un trozo.

Que era lo que querías oír. Ahí termina la receta. Ya puedes colgar y volver a esa realidad de números que no huelen.

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