En la dosis diaria de información que uno recibe debería incluirse, al menos, un documental. Y si es posible que sea de animales, mejor. Tanto los periódicos como la radio y la televisión no dejan de ofrecer noticias apetitosas pero sin mucho fondo, un fast food informativo al que nadie llama así y que a mí se me acaba de ocurrir no sé si por genio o por cansancio, que ya son horas. Picoteamos en Japón, en Libia, en el nuevo coche de Fernando Alonso, en la dimisión de Sócrates o en los problemas de coordinación de la OTAN. Masticas las noticias, calentitas como patatas fritas, hasta llenarte la tripa, pero ya sabes lo que pasa : son calorías y grasas que te llenan de colesterol las neuronas y hacen que todos tus pensamientos vayan muy despacio.
Muy...muy...despacio.
Porque es demasiado pronto para saber qué pasa y, además, aunque lo supiéramos, ¿qué podemos hacer?. La opinión mejor formada no sirve para nada si no hay algún atajo hacia el poder. Voy a ver si el callejero de Google me indica ese camino. Un momento.
Inicio : Este sofá.
Final : El poder.
Un momento. Otro momento. No, nada, no me ofrece ninguna ruta. Con la de patatas que me he comido.
Todavía estoy esperando que salga un periodista que, en plena noticia, sea capaz de reconocer que no sabe nada.
Y no pasa nada. Se nos exige que vayamos más despacio en nuestros desplazamientos y me parece bien. Lo mismo habría que hacer respecto a la información. Dejar que se vaya condensando poco a poco, hasta terminar en un libro o en un documental. Del punto inicial con muchas preguntas y pocas respuestas, a otro en el que haya más respuestas que preguntas.
En lo que esperamos, podemos ir viendo otros documentales. De animales, por ejemplo, para ir acostumbrando al cerebro a recibir información sobre el mismo tema durante más de veinte minutos. Con los animales, además, no hay razón para mentir.
Hoy, por ejemplo, después de cenar, vemos un documental sobre el canguro rojo, del que os cuento diez cosas :
-Viven en desierto interior de Australia, donde hay unos ocho millones de canguros.
-Al nacer tienen el tamaño de la uña de un pulgar-No duermen por la noche y aprovecha el rocio de la yerba al amanecer.
-Saltan porque a altas velocidades gastan menos energía que si hicieran la misma distancia corriendo.
-Solo los machos adultos son rojos , las mujeres y las crías, grises.-Con cinco kilos, abandonan la bolsa en la que viven (marsupium, en latín, quiere decir bolsa)
-Pueden mover cada oreja de forma independiente y tienen la sensibilidad suficiente como para oír la caída de un alfiler.
-Sus saltos pueden llegar a los doce metros.-Su velocidad máxima de 55 km hora
-Cuando sus dientes se desgastan, se caen y son reemplazados por los detrás.
Pero lo más importante de todo, lo verdaderamente fundamental, es que mientras vemos este documental no estamos perdiendo el tiempo con Bob Esponja y su puta madre.
Daniel escucha lo que se dice del canguro rojo mientras dibuja un caballito de mar. ¿Qué conexión hay entre las dos cosas? No lo sé. Habría que hacer un documental sobre esto, pienso.
Y aquí me detengo, incapaz ya de saltar hasta un párrafo nuevo. Ved fruta y comed documentales. O al revés, que las que ahora parecen canguros son las palabras.
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