viernes, 18 de marzo de 2011

"El oficinista", de Guillermo Saccomanno


En el gimnasio, frente a las hileras de máquinas de correr y de bicicletas, hay varias pantallas que emiten distintas cadenas. En una de ellas se veía esta tarde cómo una autoridad despedía a los bomberos que van a tratar de detener el desastre nuclear de Fukushima, al lado, un periodista comentaba los resultados del sorteo de la Copa de Europa y la suerte de los equipos españoles.

¿Cómo se pueden combinar las dos noticias? Creo que no se puede y que el hecho de que una pueda seguir a la otra, en el mismo programa de noticias, define bastante bien la forma que tenemos de enfrentarnos a la realidad : aunque se caiga el mundo, siempre habrá un partido de fútbol que le quite importancia al asunto. Si hubieran tenido televisión durante la peste negra, seguro que les habría ido mejor.

Esa combinación de noticias es el mejor prólogo que una novela como “El oficinista” puede tener. “Hombres y mujeres completamente normales avanzan a diario hacia su escritorio en una ciudad arrasada por atentados guerrilleros, amenazada por hordas de hambrientos, niños asesinos y perros clonados, vigilada por helicópteros artillados y bautizada con lluvia ácida. Entre ellos, un oficinista dispuesto a la humillación con tal de conservar su puesto…hasta que se enamora y se permite soñar con ser otro. ¿De qué abyecciones es capaz un hombre por aferrarse a un sueño?” Copio el resumen que aparece en el libro para explicar cuál es la razón por la que, entre todos los libros que había expuestos, me decidí por este. 6,95 euros.

Tenía muchas ganas de que me gustara. Muchas. Pero lo nuestro, finalmente, no funcionó. Por diez razones.

1-El protagonista

Es como un caracol que trabaja en una oficina en la que no existen ni sábados ni domingos. Al caracol se le ofrece la oportunidad de copular con una mujer. De esa relación sale el otro, que es el tipo que todos quisiéramos ser, el que se nos sienta en el hombro, vestido de rojo y con cuernos, a decirnos : “venga, ya está bien, ahora mando yo”.

Si pasáis toda la jornada delante del ordenador sabréis a qué me refiero. No se puede vivir sin tener al otro al lado.

2-Escenario pintado

Como en el teatro. Tiene que estar ahí, porque queda feo poner un fondo negro, pero es un fondo en el que, aunque hay helicópteros, perros clonados, explosiones, niebla y gente en la calle, nada tiene relieve. Nada. Si uno se fija, es igual que en las vistas nocturnas que aparecen en algunas películas : ninguna ventana se apaga o se enciende.

Como el cocinero falso que en los restaurantes colocan en la puerta con el menú.

3-La oficina

El caracol está todo el día enfrente del ordenador, preparando cheques para su firma y moviendo expedientes de un lado a otro. Es lo que suelen contar de una oficina los que no han estado en una oficina.

Si hablo del Vietnam, seguramente me salga una escena de Apocalipsis Now, pero es que yo no he estado en Vietnam.

4-La familia

La familia del caracol es extraña, tan extraño como hacer pasar por documental un vídeo de Pink Floyd. Su mujer es gorda y le pega, sus hijos le dan patadas porque quieren galletas y luego, por ahí perdido, hay un chiquillo que nació débil y que recuerda al Gollum.

Con esa distorsión, el protagonista no busca algo, en el fondo está huyendo, agarrándose a lo primero que encuentra, lo que no dice mucho de él ni de lo que acaba escogiendo.

5-Lo políticamente correcto

Que es con el lenguaje : todos y todas…

6-El otro

El que está sentado en su hombro, le propone que se salga de su rutina y que cambie de vida siguiendo esa otra rutina de los que quieren cambiar de vida : cobrar un cheque y marcharse con su amante a alguna playa.

Hubiera sido interesante darle voz a este otro al que sólo se le ocurren pequeñas tonterías de cobarde aficionado, como la de delatar a su compañero o la del robo del collar falso. La moraleja : si eres un caracol, tu otro también tendrá alma de caracol. Interesante para el protagonista, pero triste para el lector.

7-El lenguaje

Si vas al fondo, es probable que no te importe la forma. En mi caso, todas las historias tienen que seducirme por el lenguaje y eso no me sucede con este libro. Aquí no hay imágenes, ni adjetivos.

Es el tipo de lenguaje eficiente para explicarte cómo se programa el video. Frases cortas. Verbos. Sustantivos. Tragas tres pastillas y te tomas el vaso de agua.

8-Esa sensación de haber visto esto antes.

En una mezcla de “Brazil” (80%) , con “El apartamento”(10%) , y “Blade runner”. (10%)

9-Las falta de humor.

Es un libro demasiado serio. Y cuando a uno no se le ofrece nada de lo que reírse, es probable que lo haga cuando no debe.

“Unos ladridos a lo lejos. Perros clonados. Las avenidas y las calles desiertas. Corre hacia el subte. Los ladridos se acercan. Odia correr. Por la renguera odia correr. La boda del subte. Los perros lo persiguen. Los ladridos bajan las escaleras. Por suerte viene un tren. Las puertas se abren. Y se cierran antes de que la jauría pueda subir” (Página 42)

Pues vaya mierda de perros clonados, que no son capaces de pillar a un tipo cojo.

10-El final.

Se plantea el problema : sexo vs amor y al final ni uno ni otro : el tipo a la calle.

He dicho que quería que me gustara esta novela porque la idea que trata me parece muy interesante. ¿Puede existir el amor cuando todo alrededor se desmorona? ¿Es ajeno al entorno o, por el contrario, se adapta a él, transformándose en otra cosa? La teoría del libro es que, desde luego, desaparece : la relación se convierte en sexo o en algo utilitario que garantiza la entrada de dinero. Y, en el caso del protagonista, el único que parece seguir creyendo en él, su postura queda devaluada por culpa de los diez puntos que menciono antes y porque, en el fondo, es un tema demasiado grande para alguien que parece sufrir por arrastrar su propia sombra. Bastante tienen los caracoles con llevar su casa a cuestas.

Como este libro se llevó el premio Biblioteca Breve del 2010, concedido por un jurado compuesto por José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Ricardo Menéndez Salmón, Rosa Montero y Elena Ramírez, es probable que mi futuro como lector y mucho menos como crítico no llegue muy lejos.

Sí, me marcho a ver algo de Bob Esponja como penitencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario