miércoles, 18 de abril de 2012

El MacBook de Lola



El MacBook de Lola : Fe, entre otras cosas, es suponer que la profesora de chino hace bien su trabajo. Le pregunto a la que hoy sustituye a la que teníamos si los mellizos van bien y me dice que sí. Fe es creerse también esa respuesta.

La nueva profesora se expresa mejor que la anterior.

-¿Señor? – me dice, acercándose con su MacBook en la mano - ¿Podría darme la clave para conectarme a Internet?

Le paso el código. Su pantalla está llena de iconos y de fondo tiene el dibujo de un cactus sonriente. Parece el ordenador de una veinteañera japonesa y por un momento me entra la duda. Igual están aprendiendo japonés.

-Voy a enseñarles unas canciones – me dice.

Les dejo en el salón cantando melodías conocidas. Parece que estuvieran celebrando un cumpleaños. Escucho que Lola, que es como nos ha pedido que la llamemos, se anticipa a las peticiones y va proponiendo nuevas canciones, como si los tres fueran personajes de una serie de dibujos animados.

Aprovecho para leer el periódico en la cocina y volver a encontrar motivos para que los enanos estén cantando canciones en chino en el salón. No faltan. A finales de febrero, el total del dinero que alemanes y holandeses se han llevado ya de Italia y España es de 600.000 millones de euros. Un dinero que no deja ningún titular en las primeas portadas de los periódicos porque, realmente, no tenemos ni periódicos serios ni periodistas serios ni, me temo, lectores serios.

Esto es lo importante del mundo, según El Mundo : “El magnate sitio Kayali pagó la cacería del Rey en Áfica”. Leído deprisa, parece que al que cazaran fuera al Rey, lo que, en cierto modo, también tiene sentido.

También hay un grupo de padres que piden que se quiten los deberes en casa. No sé si por fe en el sistema (otro tipo de fe aun más ciega que la mía en Lola) o porque, inconscientemente, ya bajan los brazos : que los niños, por lo menos, den balonazos frente a un muro, que las criaturas jueguen hasta que lleguen a los treinta.

Me sirvo una copa de vino. Los enanos y Lola siguen cantando. Deberíamos llevarnos bien con Lola porque tener un contacto así siempre es bueno. Tal vez en el futuro ella pueda sernos de utilidad para que podamos vivir en una lejana provincia china enseñando español a las nuevas generaciones de chinos. ¿Qué para qué va a querer un chino saber español si aquí ya gran parte de los negocios se harán en chino? Pues también es verdad.

El vino no es muy bueno, pero es la botella que tenemos de guardia para las cenas de la semana.

Al terminar las canciones, me acerco a hablar con Lola. Es una veinteañera china con ese empuje de adolescente japonés que se ve en los documentales. Parece que esta nueva generación ya no tiene esa cierta desorientación de los que empezaron abrir las primeras tiendas. Ahora ya saben dónde están, qué pueden hacer y a qué aspirar. Esas referencias de un mapa interior que a los demás se nos están borrando.

-¿Van bien en la clase?
-Sí – me dice. Me enseña una hoja en la que han escrito algunas palabras – Esta quiere decir papá.

El ideograma para papá es una e con unos palos cruzados encima. Los palos me hacen pensar en esos martillos avanzando del video de Pink Floyd en el que un coro de niños cantaban que no necesitaban educación. Tal vez todos ellos estén sirviendo pintas en algún bar. 

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