lunes, 16 de abril de 2012

Una mandarina bien ganada



Una mandarina bien ganada Quizás sería una buena idea llenar España de nuevo de grúas y empezar a desmontar todos esos edificios que no se van a vender y por los que, de noche, caminan los fantasmas de los promotores y los constructores. Ese sería el mejor mensaje a Europa y a nosotros mismos de que hemos aprendido la lección. El auténtico borrón y cuenta nueva.

No creo que todo el problema haya sido la codicia, sino la educación que recibimos, en la que lo normal era jugar con piezas de Lego y construir. Esta es una crisis que tiene su origen en el subconsciente, y es que hemos asociado el hecho de colocar una pieza sobre otra con una fuente de placer, de alegría, de gozo, de creatividad. Y, una vez ya creciditos, como en Lego no había piezas para adultos (¿Por qué, Lego S.A.?), nos dio por repetir ese esquema tan divertido con los ladrillos, que son más feos, pesan más y no vienen en varios colores, pero, puestos uno encima de otro, aguantan, y puedes construir “Residencial El Vergel”, que además vendías y después te ibas a ponerte ciego de cigalas para celebrarlo.

La culpa, de nuestros padres. Ya está todo dicho. Hemos construido millones de pisos que no se van a vender para revivir la infancia, eso es todo. Que nos hemos pasado un poco, pues sí, pero cuando eras niño no te parabas a preguntar de dónde sacaban tus padres tantas cajas para que pudieras levantar en el salón de tu casa una réplica del Coliseo romano. Y aquí tampoco te ponías a hilar fino con el tipo del banco que te daba las piezas que querías, que él recibía de otro tipo de un banco alemán, que parecía que se las regalaran a él.

Hemos jugado de más, tampoco es para ponerse así. Ha sido un recreo a lo bestia en el que nos hacían los coches a medida. Pues bueno.

Así que, para no dar mal ejemplo a las nuevas generaciones, propongo que desmontemos todos esos edificios y les compremos a los niños un IPad para que, si quieren montar piezas, que lo hagan de una forma virtual.

Y ahora voy a pelarme una mandarina.

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