jueves, 5 de abril de 2012

A lo grande



A lo grande : Como ya es tarde, en la churrería no están los municipales que vienen a primera hora en grupo, con el uniforme todavía planchado, transmitiendo el mensaje de que las cosas tienen arreglo, que el mal todavía se escribe con minúscula y que queda tiempo para combatirlo después, cuando se acaben los churros, se le haya echado un vistazo rápido al Marca y el sol haya tenido tiempo de calentar un poco las sombras. En su lugar hay muchos clientes que ocupan las mesas y la barra prestándoles al café y los churros la atención del que lleva mucho tiempo pensando en ese momento.

Detrás de la barra se mueve una camarera negra, alta, con el pelo largo y rizado recogido en una coleta. Le pido una porra y tres churros y dos cafés. Ella traduce el pedido para la gente de la cocina y le hace un gesto a la otra camarera que se mueve entre las mesas. Poco después se acerca con una bandeja en la que hay tres porras y un churro. Le hago un gesto a la alta y ella me dice que ése no es nuestro pedido. Me sorprende que alguien haya pedido lo contrario.

Al rato se acerca la que sirve los cafés. En la bandeja trae dos jarras metálicas. Una con la leche caliente y otra con la leche fría.

-¿Cómo quieren el café? – nos dice.

Antes de servir la leche, agita un poco la jarra. Sirve con cuidado un café y después el otro. Veo este gesto como una forma de resistencia ante la gran ola que se acerca. Lo anuncian los periódicos y me lo dice mi madre :

-Empiezo a ver las noticias y tengo que apagarlas porque me entra miedo. Sobre todo por vosotros.

Bueno, me gustaría decirle, lo único que podemos hacer es esto. En vez de eso, le explico la cantidad de deuda que tenemos que financiar este año; que, aunque no lo sepamos, nos la vamos jugando subasta a subasta porque si ese dinero deja de llegar no podríamos pagar los vencimientos comprometidos y la maquinaría se pararía con una sacudida que haría que retrocediéramos un par de décadas.

-¿Y qué podemos hacer?

No le digo nada. Aunque creo que estar aquí sentados, charlando, desayunando junto a los demás, viendo a las camareras y pidiéndoles que nos sirvan la leche caliente es ya una forma de resistir. Otra es pensar que nuestros problemas están controlados por los municipales que madrugan y entran aquí a desayunar. Si la onda de la explosión monetaria nos alcanza, convirtiendo nuestro dinero en polvo y dejando los edificios de los bancos intactos, lo mejor será que nos encuentre aquí, charlando, evitando que al pensar a lo grande no nos fijemos en los detalles : la coleta de la camarera y el gesto de la jarra de la que nos sirve la leche. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario