domingo, 15 de abril de 2012

Tiendas cerradas



Tiendas cerradas : Caminamos por unas calles vacías, de edificios blancos y tiendas cerradas, que recogen el sol como un caudal que va rompiendo en todos los detalles. Es el instante en el que la primera mesa del restaurante se ocupa, destrozando un orden que ya no se va a alcanzar.

Estas calles conservan el orden. Nos detenemos frente a los escaparates de las tiendas, sintiéndonos cómplices, por el momento, de esas manos talladas de madera, de ese bolso dispuesto sobre una tela con un cuidado que todavía permanece, de esos zapatos pensados, diseñados y creados para ser expuestos. En todos los artículos se refleja el domingo, presentándolos de una manera única que variará en unas horas.

Los cuatro leemos los títulos en inglés de unos libros infantiles. Si hasta ahora todo lo visto tiene la dignidad y la distancia de los objetos de un museo, en los que el precio se limita a tratar de alcanzar la historia particular, frente a esta librería percibimos la frescura de un puesto de frutas. Nos gustaría probar cada uno de los libros y pasárnoslos para comparar y reírnos al vernos con la boca llena y los jugos a punto de caer. Ahí están las historias, sugerentes y próximas, como el abrazo a un cachorro.

Si la tienda hubiera estado abierta, no habríamos estado tanto tiempo jugando, hasta poseerlos, con esos títulos que habríamos creído adquirir plenamente con la compra. Sólo este ejercicio es pleno, lo sé, el resto, nacido del deseo de ver las tiendas abiertas, habría sido el rutinario ejercicio de comprar algo con la intención de adquirir, sin ser plenamente conscientes, este sol; estas paredes blancas; este silencio de mesa lista; el desfile de objetos inalcanzables pero con su sentido pegado, pegado, al cristal; nuestro buen humor; nuestro dejarnos llevar por esta calle y por esta, atentos a la sugerencia del sol sobre un detalle o a la invitación de una fachada; el disfrute de unas aceras estrechas pero suficientes si somos los únicos en recorrerlas; y la sensación de que vamos atravesando zonas en las que, como corrientes que modifican la temperatura del agua, el tiempo se frena, se detiene, avanza, se frena, siguiéndonos como una sombra más.

Todo esto nos lo llevamos.

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