jueves, 19 de abril de 2012

La isla y el mensaje



La isla y el mensaje Voy a hablar de un libro y de un mensaje en el ascensor.

El libro, pues. Quien quiera leerlo, que cambie de canal porque tengo que desvelar algunas cosas para analizarlo como se merece.

El libro, seguimos. Estoy terminando “Sukkwan Island”, que va de un dentista al que le deben haber afectado muchos los rayos X de sus radiografías porque decide pasar un año con su hijo de trece años en una isla desierta. Sukkwan, se llama la isla. El tipo, que se llama Jim (James Edwin Fenn, para los que lleguen a la página 178, con lo que ya nos quedamos sin esta sorpresa) debe ser de esos dentistas que se equivocan al quitarte una muela. Jim, en la isla, como en su vida en general, anda bastante desorientado. En la isla pretende solucionarlo, pero es que la brújula de su cabeza hace ya mucho tiempo que se rompió.

Este es Jim y su brújula : “En general, estoy jodido. Necesito un mundo animado, y que haga referencia a mí. Necesito saber que cuando un glaciar cambia o un oso se tira un pedo tiene algo que ver conmigo. Pero no puedo creer nada de esa mierda, aunque lo necesito” (Página 100)

Jim y su hijo Roy hacen vida de isla aunque parece que Jim encajaría mejor preparando los decorados de una película de Harold Lloyd, donde lo importante es que las cosas se caigan y no funcionen. En una isla donde hay osos y nieve, esas cosas deberían dejárselas a los que saben. Pero ahí están. Y no seré yo el que diga que le parece bien aunque esté claro que lo de la isla y el hijo y los salmones que pescan y la nieve y el agua y todo eso es simbólico, que aquí el escenario es un personaje más. Sí, así lo leo, que me aprendí la lección en “Cumbres borrascosas”, pero es que este no es un escenario para un tipo que tiene la cabeza llena de ideas podridas. Si estuvieran congeladas, tal vez se hubiera podido hacer algo, pero es que este hombre está enfermo.  El libro debería ser muy serio pero me entra la risa del funeral en muchas páginas. Venga a reír con un tipo que debería salir del libro y marcharse a ver un médico. Eso es lo que pienso página tras página.

-Jim, hombre, tú estás enfermo.

Dice la contraportada del libro que si Cormac Mc Carthy por aquí, que si Hemingway por allá, y que en Francia es libro es un fenómeno. Vale. Lo curioso de todo es que ésta habría sido una gran novela, si se hubieran hecho dos cambios. Subrayo gran y dos. El primero, ya sugerido, sería sustituir a Jim por un personaje que esté a la altura del tema, del gran tema de la obra : si preparas el escenario para un concierto de AC/DC no me saques a María Jesús y su acordeón, que este hombre tiene el acordeón dentro de su cabeza : ahí está el bueno de Jim en la página 147, tratando de saber qué hacer con el cadáver de su hijo Roy, que conserva metido en un saco de dormir. Sí, ésta es otra de las grandes sorpresas del libro.

“Vale, dijo. Si no vas a sentarte bien…Buscó en los cajones, encontró cordel y unas tijeras y envolvió a Roy, lo ató a una viga y una pata de la mesa y a un gancho que salía de la pared y servía para colgar cazuelas o algo, y Roy se quedó en pie en el saco de dormir y Jim pudo sentarse y comer”.

Jeje.

El otro cambio, lo siento David, le toca al escritor. Ya sé que The Times dice que tu prosa es “portentosa”, pero en sólo diez páginas, de la 191 a la 201, aparecen ejemplos que me obligan a buscar qué quiere decir portentosa :  

“Algo después de las dos de la madrugada, Jim se dio cuenta de que hacía casi un año que no estaba con una mujer. Así que se abrigó y fue a buscar una prostituta” (Página 191). Importante que sea algo después de las dos.

“No bebía, pero fue al bar, porque parecía un lugar adecuado, aunque era por la mañana” (Página 194). No, pero, porque, aunque.

“La empleada que lo atendía no quería atenderle” (Página 198). Atentos.

“Avanzaron el resto de la noche hacia Juneau, pasaron ante tierras ensombrecidas que apenas se veían bajo el cielo ensombrecido” (Página 201). Doblemente ensombrecido.

Ya está. ¿Se puede escribir una gran novela con un gilipollas como protagonista? Yo diría que no. Y esta novela es un buen ejemplo. Lástima de alineación y lástima de entrenador.

Y, ahora, el mensaje del ascensor que han puesto hoy :

“Rogamos a los propietarios que tengan problemas con el portero automático dejen durante la próxima semana sus datos en conserjería para concertar cita con los técnicos”.

A mí me ha hecho mucha gracia, pero es que debe ser que no leo las cosas como debería.

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