jueves, 21 de julio de 2011

El cuarto oscuro


“Se ruega a los padres, tutores y/o responsables de los niños que utilizan triciclos, bicicletas u otros juguetes similares, los depositen en el área destinada para guardar los mismos, asimismo, se informa a todos los vecinos que los conserjes dejarán de recogerlos por petición mayoritaria de la comunidad de vecinos, ya que no es misión ni tarea de ellos salvo en casos excepcionales”

Es posible que alguien de afuera que esté de visita en nuestro edificio lea este mensaje que han colocado en el ascensor. No sería raro. Yo, que no abro las cartas que llegan de la comunidad, muestro más interés por los anuncios que me encuentro en ascensores ajenos. Es como hacer turismo de ciudad : puedes descubrir si se instalan una antena común, si van a limpiar el garaje o si se ofrecen clases de pádel para adultos.

Normalmente los mensajes son inocuos, mero cotilleo vecinal, pero el nuestro puede interpretarse mal. Leído con atención, como uno de esos comentarios de texto que Antonio Orejudo defiende en una entrevista, uno puede deducir que en esta casa los conserjes se dedican a guardar a los niños en ciertas áreas destinadas porque los padres ni se toman la molestia.

Pero eso es totalmente falso. Aquí a los niños los queremos mucho. No nos importa que corran con las bicicletas esquivándonos, que llenen la piscina con sus gritos, que se meen en ella, que nos despierten los sábados a las ocho de la mañana ni que no nos dejen dormir los domingos de madrugada por sus llantos, que tiren balonazos cuando llegas con la compra, que planten sus dedos en los espejos y pasen la lengua por su imagen, que jueguen a tener la puerta del ascensor abierta todo el rato que puedan o que se lleven a los bolsillos los caracoles que de vez en cuando aparecen junto al grifo de la manguera.

Como les queremos, sean o no nuestros, la sola idea de que por la noche un conserje cabizbajo y de andares lentos vaya recogiendo a los niños abandonados para meterlos en un cuarto junto al de las basuras nos resulta abominable

Esto no es una película de Jean-Pierre Jeunet.

Aquí los niños acompañan a sus padres. De eso doy fe ahora mismo, asomado al balcón. Ninguno queda abajo. Estarán ya durmiendo después de cenar un rico pescado con mercurio y ver su dosis de Bob Esponja, sus cabezas apoyadas en un mullido sueño infantil. ¿Lo veis? Pues ya podemos salir del cuarto sin hacer ruido.

Y ahora que estamos fuera y se ha demostrado que para interpretar este texto bien hay que leerlo mal, os diré que no sé si la foto que ilustra este post ha salido mal por mi culpa o por la de la cámara del iPhone. Yo tengo mi versión y el iPhone os diría la suya si estuviera aquí, pero anda llorando por las esquinas.

Todo, lo admito, porque he sido un poco cruel y en plena discusión (nada serio) le he dicho que él es falso, que lo compré en una Apple Stoer china y que eso es lo que pone en su espalda. Apple Stoer.

A estos cacharros se le sube el 3G a la cabeza y se ponen insorpotables. Ganas me han dado de decirle al conserje que venga a por él y se lo lleve a ese cuarto repleto de niños. Ese cuarto que no existe si te dedicas a analizar todos los textos que lees. Y no es plan.

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