También hace falta imaginación para leer el periódico. Sobre una mesa que hay en la recepción del edificio en el que trabajo se exponen los periódicos del día. En uno de ellos leo un gran titular : Emergencia económica europea.
Pero todo está tranquilo. Saludo a Cintia. Cintia me saluda. Llamo al ascensor y me subo hasta la planta segunda. El número que marca la pantalla y el piso en el que me bajo coinciden. La llave abre mi puerta. El ordenador responde a mi clave. La llave abre mi cajonera. En la cajonera sigue la llave que abre el armario.
El Outlook va descargando el correo.
Paso la mañana preparando las cuentas anuales mientras toda la Europa económica está en estado de emergencia.
A la hora de comer bajo a la cafetería. Para ser una emergencia, todo está muy tranquilo. Hay que tener mucha imaginación para hacer de esta escena en la cafetería una antesala de la urgencia. Un hombre pasa un paño por las mesas. En la televisión un cocinero, con un pañuelo rojo al cuello, prepara una receta. Dos personas están ya comiendo. Cojo una ensalada, un yogur y una botella de agua. La chica que me atiende lo coloca todo en una bandeja azul y me cobra. Cinco euros justos. Me siento en una mesa con el periódico del titular. Veo a la chica de la limpieza coger dos sándwiches y, con uno en cada mano, hablar con la que me ha atendido, que le señala uno de ellos. Leo los ingredientes de la ensalada. Siempre hay tres rodajas finas de huevo duro.
Leo que ahí fuera hay una emergencia provocada por la subida de los intereses de la deuda de varios países, España entre ellos. Hay mucha deuda y no existe dinero para pagarla. Mientras, los líderes se reúnen hoy, y mañana, y pasado, como esperando que las cosas se calmen solas.
A lo mejor es que ellos también leen los titulares y se preocupan, pero rápidamente regresan a su realidad, en la que todo está tranquilo, en la que saludan al guarda y el guarda les saluda, en la que llaman a un ascensor y el ascensor les lleva hasta su planta, en la que las puertas se abren con sus llaves y el ordenador responde a sus claves, las cajoneras se abren con sus llaves y ahí encuentran la llave que abre el armario.
Quizás es que nadie sea capaz de imaginarse cómo será el mundo después de una emergencia económica europea. Mientras tanto, tenemos estas emergencias silenciosas, tranquilas, de caracol, en las que no se escuchan sirenas ni el ruido de los aviones sobre nuestras cabezas y donde no hay que salir corriendo para esconderse en el túnel de una estación de metro.
El cocinero, satisfecho, acaba de terminar su receta y se la enseña a la cámara.
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