Carga y descarga
: Al lado del centro comercial, en el espacio de dos plazas de aparcamiento,
han construido el parque infantil más triste del mundo : un pequeño tobogán
rodeado por una valla de colores. En un lateral, en el suelo, está escrito con
mayúsculas, “Carga y descarga”.
Trato de imaginarme una situación
que justifique que un padre venga aquí con su hijo. ¿Papá, vamos al parque en
el que no hay nada que hacer? o ¿Quieres que te lleve a ese sitio en el que
estás tú solo? No lo sé. Tal vez no solo sea el parque más triste del mundo,
sino el único que funciona como castigo. O la estrategia para
que no vuelva a pisar ninguno : como darle a tu hijo un helado de apio cada vez
que te pide uno de vainilla para que acabe aborreciendo los helados. O el sitio al que llevarías a tu hijo cuando no tienes tiempo ni
paciencia. Ni hijos, ya puestos.
No lo sé, ya digo. Quizás sea un
tema administrativo, para que las estadísticas de parques en la zona queden
bien. O el proyecto de un imbécil. O la
forma de justificar una comisión, un contrato, un sobre.
Daniel y Lucía se ríen al verlo y
se suben y bajan del tobogán fingiendo que es de verdad. Es esa distancia con
lo que hacen lo que me ofrece una pista : bien puede ser una instalación
artística que lleve, precisamente, ese título : “Carga y descarga”. Si se le
quita ese uso infantil, todo el montaje empieza a tener sentido. Precisamente
ahí, en el sitio que ocuparían dos plazas de aparcamiento, un parque que nadie
va a utilizar. En ese momento se disparan las asociaciones.
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