viernes, 25 de enero de 2013

Cena en Ispahán




Cena en Ispahán : Para escapar de Clan, Disney Channel o Boing y, de paso, salir de cierta rutina culinaria, propongo que salgamos a cenar. Para integrarte en este barrio puedes ir de compras al Mercadona (tenemos dos), pasarte por el banco (no faltan las sucursales), hacer castillos de arena en el parque (muy abundantes) o tomar algo en un bar (siguen siendo la mejor opción si quieres montar un negocio). Si la oferta es una manifestación de la demanda, es evidente que para muchos basta con esto.

Nuestra primera opción no tiene mesas libres. Tampoco la segunda. Ni la tercera. Un imbécil o un optimista (o un imbécil optimista) se preguntará, con tono de queja, dónde está la crisis : seguramente sigue esperando en esos sitios de los que todos momentáneamente se han marchado.  

Acabamos en una hamburguesería con manteles de papel y tres botes de salsas en cada mesa. Es el único sitio en el que no nos preguntan si tenemos reserva, donde apenas tardas unos minutos en elegir qué quieres (ensalada, hamburguesa o perrito caliente) y en el que las camareras llevan una botas de plástico como si fuera a achicar agua en la bodega de un barco.

Digamos que éste no era el plan. Daniel le da un buen mordisco a su perrito caliente mientras mira en la pantalla de la pared unos dibujos en Boing. Lucía, que aprovecha cualquier momento para aplicar las quejas que ha aprendido de Chicote, no deja de ponerle objeciones a su quesadilla y se niega a comer. María expone lo que es evidente : para estar así, mejor nos habríamos quedado en casa.

Cierto, en casa. ¿Pero cómo habría descubierto el misterio de las botas? En casa, Lucía no me habría tirado los dos vasos con coca-cola encima mojándome los pantalones y cubriendo el suelo para que al instante, chapoteando con sus botas, una de las camareras limpie todo con una eficiencia de movimientos que deja en el suelo un húmedo trazo de elegancia que no tardará en evaporarse. 

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