Operación aceptada : El lugar está en la zona más alejada del
aparcamiento. El que acude, sabe lo que va a encontrarse. No se
le puede echar la culpa al azar. Aunque nadie hable de ellos abiertamente (no
es un tema que se trate en las conversaciones), lo normal es visitarlo unas dos
o tres veces por mes, cuando ya no puedes más. Llegas sin prisas y esperas a
que una se quede libre. Apenas hay mucho que decir. Ella repite lo mismo
cliente tras cliente mientras tú sabes exactamente dónde tocar para que se
suelten los cierres. Te gustaría que su cara reflejara alguna emoción, pero
sólo ves cifras. Te dice el precio. Tú calculas. Ella, después de ver su
tarjeta, acepta la operación. Es mecánico. Miras detrás para ver si hay alguien
más esperando y tener que agilizar el proceso. Nadie. Te pones la protección.
Apenas hay tiempo para los prolegómenos de una penetración mecánica. Empiezas a sentir el
flujo en tu mano. Vuelves a mirar atrás. Piensas en cosas intrascendentes,
como si no estuvieras ahí, hasta que con un golpe seco ella te dice que pares.
Y paras. Se separa de ti. Te abrochas. Antes de marcharte te quitas la
protección y la tiras al suelo, donde ves muchas más, como medusas en la arena.
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