Cruz en las dos caras : La mala noticia
es que la clase media va a desaparecer : unos podrán saltar a la placa de los
ricos, que se alejará, y otros se quedarán en la del resto, donde habrá escasez
de trabajo y de recursos. La buena noticia es que esta mañana al sacar la mano
del bolsillo me he encontrado dos monedas de dos euros. Normalmente solo saco
céntimos y una moneda rusa que no sé cómo ha llegado aquí y eso pensaba
descubrir. Pero no : dos monedas de dos euros. ¿Era una señal?. Si, dos. Ha sido
un día repleto de grandes cosas insignificantes. Para el que quiera caminar a
mi lado mientras yo hablo solo, aquí va. Lo primero que escucho en la radio a
las seis y diez es un tema de Nightnoise que me trae recuerdos de hace unos
veinte años. Ramón Trecet. La carrera. La calle delante y el pistoletazo de
salida. Mi cuerpo sentado en el baño y mi cabeza tan lejos. Más tarde, dejando
de lado lo de las monedas, ya contado, al salir de casa me encuentro con dos
vecinos a los que me gusta dar los buenos días. Hay muchos que, sin ninguna razón,
me caen mal (y yo a ellos, solo hay que ver la cara que ponen cuando nos
cruzamos), pero el “buenos días” de esta mañana me ha salido tan bien que
parecía que estuviéramos en el Show de Truman. En el coche al ir a trabajar una
conductora impaciente pega un volantazo para salir de la fila en la que estaba
y casi me estrello con ella. Me ha llegado el olor de los neumáticos al frenar.
Pasado el susto, he podido pitar y gritar y dar luces y ponerme a su lado
señalándome la cabeza con el índice. ¡Fantástico!. Me he quedado nuevo, mucho
mejor que la hora que he estado en el gimnasio. En Rock FM ponen “Black in
black”, que se me queda en la cabeza hasta medio día. A la hora de comer traen
el arroz negro cuando estoy en la cola y puedo estrenarlo, disfrutando de la
abundancia mientras un tipo a mi lado, con corbata, rasca con fuerza los
últimos restos de la fideua. La vida no es justa, lo sé yo y lo recuerda Bill
Gates en el primer punto de un discurso. Una cuchara más de arroz. También la
camarera que nos atiende está desbordada y tarda en traer los cafés, lo que
hace que la tarde sea más corta. Y llueve. Y escucho a Lana del Rey, que le va
muy bien a esta luz gris, a los árboles mecidos por el viento y a ese silencio
de teclas y gente pensando. ¿Es todo esto?. No. El hombre que me atiende en
correos, donde voy a recoger un certificado, es muy amable. Pon el sello de
la empresa aquí, me dice. Y aquí. Y el DNI, por favor. Y buenas tardes. Buenas
tardes. Ya en casa, decido que voy a hacer un festival del huevo : en tortilla,
revuelto, frito. Lucía, de buen humor, se ofrece a ayudarme. Acaba de salir de
la bañera y lleva el pijama puesto. Huele a jabón. Veo cómo remueve dos huevos en
el cuenco, concentrada. Tan concentrada que tengo que quedarme a mirarla un
rato. Joder, Lucía, si pudiera marcar puntos para regresar a ellos desde el
futuro, este sería uno de ellos. Me pongo con lo mío y me sale una tortilla
francesa perfecta : parece la sonrisa del anuncio de los Risi. Es una tortilla
que te va a alimentar, pero que, primero, te va a poner de buen humor. Para
María. La de Daniel sale peor, pero no importa porque la cubre de kétchup.
Terminamos el día viendo un capítulo de Finn y Jake y tengo suerte porque en éste
sale Arcoiris, la novia de Jake, a la que me encanta escuchar hablar japonés.
Este es uno de los secretos de la serie. Deberían hace un spin off con este
personaje. Luego, claro, el capítulo de Rodari para Daniel y el suyo, distinto,
para Lucía. Una gran colección de hechos insignificantes a los que habrá que
agarrarse porque las cosas nunca volverán a ser como las conocemos.
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