jueves, 21 de febrero de 2013

Mazinger Z es ruso




Mazinger Z es ruso : Quizás lo mío con Mazinger Z sea una deuda pendiente que estaba ahí aunque yo mirara hacia otro lado (una familia, un trabajo, dos hijos y esta vocación de escribir, a veces ni para mí mismo, que cuelgo el borrador sin repasarlo) para no verla. Una historia que viene del colegio, donde tenía un amigo que era capaz de descubrir en cualquier hoja de papel, como Miguel Ángel en los trozos de mármol, la figura de Mazinger Z que se escondía ahí. El tipo era tan bueno que en algún examen se podría haber llevado un par de puntos adicionales si hubiera dibujado un Mazinger Z entre cuentas.

Yo trataba de imitarle, pero aquello era como perseguir a un corredor profesional en zapatillas. Si todos sus trazos mostraban convicción, en los míos solo había dudas y ese esfuerzo fallido que luego he visto en esos artistas que engañan a los turistas para hacerles un retrato en la Plaza Mayor. Para no acabar como ellos, un buen día decidí colgar el lápiz y dedicarme a elogiar a mi amigo. Me convertí en el Sancho Panza de su arte.

Esta situación ha cambiado. Continúo siendo Sancho Panza, pero ahora sigo a otro caballero : en cuestión de talento artístico, se puede decir que los genes de Daniel marcaron un seis doble el día de su nacimiento, pasándome por la izquierda sin ningún problema. Quizás porque el último viaje que hicimos antes de que naciera fue a Florencia. Quizás porque las cosas salen así. El caso es que sus dibujos parecen las hojas de un pasaporte que le va a permitir ir todo lo lejos que quiera.

Yo pensaba que el plan que tenía de ver los dibujos de Mazinger Z con él era una forma  de salir de la rutina de la series habituales para enseñarle algo que merecía la pena. Un robot, monstruos distintos luchando contra él en cada capítulo, un planeador, el fuego de pecho, lo puños voladores, la piscina que se abre. Esas cosas. Esa era mi justificación consciente.

En la parte inconsciente, ésa que bien podría representar la isla sumergida del Doctor Infierno, lo que realmente existe (me he dado cuenta con el primer capítulo) es el deseo de devolverle a Mazinger Z toda la humillación que me hizo sentir por no poder dibujarle. Yo me tuve que retirar, pero ahora mi lugar lo va a ocupar un delantero ágil capaz de darle la vuelta al partido en los últimos quince minutos. Un jugador que va a dejar las cosas bien claras.

Así que ahí estoy, poniendo el segundo capítulo de la serie con Daniel a mi lado. Al poco de comenzar, me doy cuenta de que lo que era una impresión en el primero es aquí una certeza. Con el tiempo, Mazinger Z se ha convertido en una serie rusa. Descubro, humillado, que los dibujos son pobres, algo torpes y repetitivos y que Koji, más que controlar un gran robot, parece estar conduciendo un tractor de la primera generación. De cuando la revolución soviética. No me atrevo a decir nada.

Daniel, sensible al ánimo de los que le rodean, tampoco me dice nada porque no quiere que me sienta peor.

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