Mazinger Z es ruso : Quizás lo mío con Mazinger Z sea una deuda pendiente que estaba ahí aunque
yo mirara hacia otro lado (una familia, un trabajo, dos hijos y esta vocación
de escribir, a veces ni para mí mismo, que cuelgo el borrador sin repasarlo)
para no verla. Una historia que viene del colegio, donde tenía un amigo que era
capaz de descubrir en cualquier hoja de papel, como Miguel Ángel en los trozos
de mármol, la figura de Mazinger Z que se escondía ahí. El tipo era tan bueno
que en algún examen se podría haber llevado un par de puntos adicionales si
hubiera dibujado un Mazinger Z entre cuentas.
Yo trataba de imitarle, pero
aquello era como perseguir a un corredor profesional en zapatillas. Si todos
sus trazos mostraban convicción, en los míos solo había dudas y ese esfuerzo
fallido que luego he visto en esos artistas que engañan a los turistas para
hacerles un retrato en la Plaza Mayor. Para no acabar como ellos, un buen día
decidí colgar el lápiz y dedicarme a elogiar a mi amigo. Me convertí en el
Sancho Panza de su arte.
Esta situación ha cambiado. Continúo
siendo Sancho Panza, pero ahora sigo a otro caballero : en cuestión de talento
artístico, se puede decir que los genes de Daniel marcaron un seis doble el día
de su nacimiento, pasándome por la izquierda sin ningún problema. Quizás porque
el último viaje que hicimos antes de que naciera fue a Florencia. Quizás porque
las cosas salen así. El caso es que sus dibujos parecen las hojas de un
pasaporte que le va a permitir ir todo lo lejos que quiera.
Yo pensaba que el plan que tenía de
ver los dibujos de Mazinger Z con él era una forma de salir de la rutina de la series habituales
para enseñarle algo que merecía la pena. Un robot, monstruos distintos luchando
contra él en cada capítulo, un planeador, el fuego de pecho, lo puños
voladores, la piscina que se abre. Esas cosas. Esa era mi justificación
consciente.
En la parte inconsciente, ésa que
bien podría representar la isla sumergida del Doctor Infierno, lo que realmente
existe (me he dado cuenta con el primer capítulo) es el deseo de devolverle a
Mazinger Z toda la humillación que me hizo sentir por no poder dibujarle. Yo me
tuve que retirar, pero ahora mi lugar lo va a ocupar un delantero ágil capaz de
darle la vuelta al partido en los últimos quince minutos. Un jugador que va a
dejar las cosas bien claras.
Así que ahí estoy, poniendo el
segundo capítulo de la serie con Daniel a mi lado. Al poco de comenzar, me doy
cuenta de que lo que era una impresión en el primero es aquí una certeza. Con
el tiempo, Mazinger Z se ha convertido en una serie rusa. Descubro, humillado,
que los dibujos son pobres, algo torpes y repetitivos y que Koji, más que controlar
un gran robot, parece estar conduciendo un tractor de la primera generación. De cuando la revolución soviética. No
me atrevo a decir nada.
Daniel, sensible al ánimo de los
que le rodean, tampoco me dice nada porque no quiere que me sienta peor.
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