La soledad del
censor : Es tan bajo el nivel de las series infantiles que, con la inercia de
ir marcando sus puertas tras descubrir tras ellas la plaga, señalo una que, por
lo visto, no debería haber marcado. Lo descubro en un artículo en la web de Letras Libres que
leo hoy : la edición digital permite que, al no estar limitada por un número de
páginas, la oferta se abra a temas que en otras ocasiones se habrían quedado en
el banquillo. No todo en Internet va a ser malo.
El artículo se titula “Los diez
mejores capítulos de Adventure Time", lo firma Rodrigo Rothschild, y, como
resumen, escribe que se trata de una serie memorable. Memorable = digno de
memoria. Me gusta la contundencia de la frase, rotunda como esos mazos con los
que la policía abre una puerta : en este caso, la de mi escepticismo, que veo
caer ante tanta seguridad. Entre el polvo levantado por el ataque aparece
Rodrigo, que me mira con un poco de desprecio. Y yo, en el suelo, que trato de
disculparme con una explicación que, en esencia, es la de la primera frase del
primer párrafo, sin tanta literatura, ni plagas, ni puertas con señales.
Pero es así. Mi juicio ya no
discrimina entre programas infantiles y no caben ya sutilezas. Reconozco que en
la clasificación me limito al ejercicio elemental del que guarda las piezas
negras del ajedrez en una caja y las blancas en otra. Infantil, malo. No
infantil, bueno. Es un esquema básico que funcionaría bien en la cabeza de
Frankestein, pero es que, en mi defensa, Rodrigo, tengo que decir que estoy
agotado, que una vez tuve la fe pura del niño que con guantes balncos acude a
su primera comunión, pero que de eso, tras tanta basura, no queda nada. Es más
: escucho la sintonía de Shake it Up, Jessie o Chowder y mi cabeza empieza a
girar como el pitorro de una olla exprés mientras comienzo a balbucear palabras
en idiomas extraños. A eso hemos llegado.
Leo con alivio el artículo porque
abre un hueco entre tanta nube. ¿Cómo no tomarme en serio a alguien que en el
arranque de lo que escribe menciona a Breaking Bad y a Louie y después sigue
recordando a Calvin y Hobbes y cierra el segundo párrafo hablando de Hayao
Miyazaki?. La luz. El problema de ejercer de censor de brocha gorda es
que te acabas convirtiendo en el tipo que va pintando el suelo y se descubre en
una esquina rodeado de pintura fresca. Te quedas sin capacidad de movimiento. Las
nubes se abrían por fin, decía, y de ellas bajaba Rodrigo con dos tablas de
cinco capítulos cada una, animándome a creer de nuevo en la bondad de los
guionistas y a no gastarme todo el dinero en velas en el altar de Rodari. Podía
recuperar la fe, podía imaginar a gente con talento escribiendo historias
memorables para niños sin pisotear su inteligencia.
Así que he regresado a casa aliviado,
deseando transmitir la buena nueva de que tenemos algo por lo que merece la
pena sentarse delante de la tele, algo que hay que descubrir y disfrutar. Ya me
veo haciendo el recorrido inverso con ellos : ahora “Hora de aventuras”,
después “Calvin y Hobbes” y dentro de unos cuantos años “Breaking Bad”. Tiempo
al tiempo.
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