Gravedad cero
: Salimos de cenar en un Hollywood, que es un restaurante del que me gustan
mucho dos cosas : las camareras, por simpáticas, y que tengan colgado de una
barra , junto a la puerta del baño, como si estuviéramos en un club inglés, el
Marca. En pocos sitios lucirá mejor el Marca, con ese titular de hoy sobre Xabi
Alonso, al que van a reservar porque él solo se come los kilómetros que los
demás se dejan en el plato y está agotado.
Las camareras, decía, son
simpáticas. Hoy nos atiende Ana, una mujer bajita a la que no hemos visto otras
veces y que no deja de preguntar cómo van los mellizos con su cena. Dentro de
su pregunta hay una amenaza, como dentro de la camarera, lo descubriremos
después, hay una madre : no sabemos si habla como camarera o como madre, pero
parece que sus comentarios son efectivos, por más que, a veces, pretender que
Lucía coma más deprisa, sea como empujar un tanque con el freno de mano puesto.
Como ya hay quien insista con los
mellizos y sus hamburguesas y sus filetes rusos, me puedo dedicar a mi ensalada
y al partido de la liga alemana que veo con la alegre distancia del que no se
juega nada con el resultado. Quizás sea éste el secreto de una cena como ésta,
el poder separarse un poco de lo que hay alrededor, hasta de la comida, despreocupándose
del resultado.
Me dejo llevar. Que sea Ana la que
decida cuándo puede llevarse los platos, cuándo preguntarles por el postre,
cuándo traerles los regalos que van con el menú. Todo me parece bien a pesar de
haberme comido una ensalada con una coca-cola light. Eso es lo de menos. Al
terminar, le entrega un cuadro para pintar a Lucía y después de traerle una
caja a Daniel, se queda pensando.
-Tú debes tener la edad de mi hijo –
dice.
Y se lleva la caja y vuelve con dos
guantes rojos. Un cambio con el que acierta.
Me cae bien Ana. Si pudiera, la
pagaría por venirse a casa alguna noche para simplificar la cena y que fuera
nuestro intermediario, como la mantequilla entre el pan y la loncha de pavo. Eso
rozaría la idea que, como asalariado de mierda, tengo del lujo : una mujer que
te prepara la cena. Así de simple soy.
Cuando bajamos al garaje, apenas
hay coches, por lo que no nos resulta nada difícil encontrarlo. Alguien debería
dedicar una beca o dos a diseccionar la naturaleza de este placer tan simple :
pensar que vas a dar varias vueltas por el aparcamiento buscando tu coche y
descubrir que das con él sin esfuerzo.
Los dibujos en las paredes parecen los
iconos en el exterior de esa nave espacial a la que regreso después de mi viaje
sin gravedad.
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