La cartera : El
hombre que está delante de mí no deja de consultar el móvil mientras espera que
le sirvan el pedido. Parece alguien que, como yo, se llevara la cena a casa
para ahorrar tiempo. Sé que hay cocineros como Jamie Oliver o Julius que se
esfuerzan por mostrarnos que si se quiere se puede preparar un primero y un
segundo en veinte minutos y que negarían con la cabeza si me vieran aquí. Pero
que no pongan esa cara : alguna vez he hecho de Jamie o de Julius, pero no
puedo repetirlo todos los días. Sus veinte minutos se han levantado a las diez
de la mañana, han dado un paseo tranquilo mientras los guionistas y los
productores preparaban el programa y se presentan frente a la cámara limpios,
por estrenar; los míos, que se han despertado a las seis, vuelven del camino
con los pies lleno de barro. No solo eso. Aunque tuviéramos el tiempo y los
ingredientes, es más que probable que nos fallara la cabeza : el hombre del
móvil se lleva la bolsa con las hamburguesas y se deja la cartera. La chica que
le ha atendido sale corriendo con los cascos puestos y la cartera en alto.
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