Un
sofá cubierto de nieve : Colocamos los guantes de esquiar encima del radiador,
como crestas de gallo. Después abro la mochila de Daniel, donde todo aparece
revuelto, como si hubiera parado el centrifugado de la lavadora antes de tiempo
: un batido vacío, un trozo de pan, un trozo de tortilla francesa, otro trozo
de pan, un paquete de kleenex por la mitad, una botella de agua medio llena y
medio kit-kat. Por inercia, meto la tortilla francesa entre los dos trozos de
pan y me voy con el bocadillo al salón. Daniel se pone de pie encima del sofá
y, viendo que tiene mi atención, se dedica a repetir los mejores momentos de su
mañana en la nieve. Me voy comiendo el bocadillo. No me importa que esté frío.
Algunas de las maniobras de Daniel se me escapan porque no sé esquiar. Cuando
ve que no respondo con suficiente énfasis a su representación se detiene y me
detalla dónde estaba la dificultad. ¡Ah!. Continúa entonces su descenso
mientras yo sigo masticando el bocadillo sin mucha hambre. Hasta fría está
buena la tortilla francesa. ¿Es mi bocadillo?. Era, le respondo. Se queda
pensando un poco y sin decirme nada, se marcha a la cocina, de donde vuelve con
lo que le quedaba del kit-kat para ofrecérmelo. Solo cuando me ve mordiéndolo,
sigue con su paseo por la nieve.
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