Otro cromo para
mi colección : Entro en cada librería como si lo hiciera en la embajada de ese
país al que, sin saber muy bien dónde está, pertenezco. Como donde vivo no hay
ninguna, tengo que conformarme con esa función secundaria, de consulado, que tienen
los quioscos.
Los sábados despliegan todas sus
revistas como flores tratando de vencer la resistencia de los que solo vamos a
por el periódico. El juego dura poco porque llego ya con el deseo de rendirme.
Y en ese preciso momento me convierto en mi abuelo, preguntándoles a mis hijos
qué quieren, como él hacía conmigo. Insisto hasta que me responden, como
también hacía él. Daniel, que unos cromos de animales de National Geographic. Lucía,
que unos sobres de una colección de perros y gatos. Todo se podrá volver
virtual, menos los cromos y este rato (mi cromo) en el que, sentados en un
banco, van rasgando los sobres para descubrir cuáles tienen y cuáles no.
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