El futuro a
cuestas : Esta misma lluvia, un domingo por la tarde sería deprimente : caería
más por dentro que por fuera. Pero hoy el viernes me protege y me hace inmune,
abriendo para mí un pasadizo como esos que recorren los acuarios para que les
veas los huevos a los tiburones. Daniel va a mi lado con las manos en los
bolsillos. Le digo que se cruce el abrigo porque ha elegido su favorito, que
tiene rota la cremallera. Vamos despacio, fijándonos en todo porque la lluvia
lubrica la mirada. En todo y en nada. Entramos en una tienda y compramos, entre
otras cosas, un reloj de arena para medir exactamente los tres minutos que
Daniel quiere estar cepillándose los dientes para que queden brillantes. Venga,
vale. Después adelanta el reloj una hora y me dice que quiere cenar en un Mc
Donald´s. Venga, vale. A la salida le advierto de que el suelo resbala, que es
mejor que saque las manos. Mis consejos le deben llegar desde muy lejos porque
no me presta atención, hasta que lo veo en el suelo y me mira sorprendido, como
si yo viera el futuro, una habilidad que no es sino el resultado de acumular ya bastante
pasado.
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