El tamaño de la
correa : Me cuentan que se han presentado del Canal Isabel II gestión a
cortarnos el agua. Conforme me dan detalles por teléfono, me imagino a un tipo
con la pinta del Brutus de Popeye haciendo un nudo con las cañerías para después
golpearse una mano con la otra en ese gesto universal con el que se muestra la satisfacción
de trabajo bien hecho. Y es que todo parece un episodio de
dibujos animados que comienza con una carta que los del Canal Isabel II gestión
mandan el nueve de Agosto, porque les baila un par de datos bancarios, y termina
con esta visita de cortesía que pretende convencernos de que tenemos que pagar
lo que el banco ha devuelto por su incompetencia. Entre un punto y el otro, la
nada. Y en esa nada, la sensación de que en todas partes la correa cada vez es más corta.
Supongo que en la mudanza de Canal
de Isabel II a Canal de Isabel II gestión algunas cajas con ceros y unos se les
cayeron al suelo (todos hemos vivido algo así y sabemos que suele pasar, todos
sabemos que a veces los informáticos no son cuidadosos) y al colocar cada uno
en su sitio se cometió el error de poner un cero donde había un uno o uno donde
había un cero. Y por culpa de ese tropezón informático, vaya, el banco no
acepta el recibo, se manda una carta no certificada, Agosto, el verano, las
cosas que pasan, Brutus que llama a la puerta y que si tenemos agua mineral en
el trastero para duchar a los niños y esas cosas.
Pero pienso que no, hombre, que los
que toman esas decisiones y desarrollan esos protocolos, sutiles como el que
golpea un trozo de carne con un mazo para ablandarlo, no pueden ser tan
incompetentes.
Entonces me doy cuenta de lo que ha
pasado. Lo de la carta es una excusa para ocultar la verdadera razón. Recuerdo
de golpe, con el teléfono en el oído, que hace poco mandé un cuento al concurso
de relatos infantiles del Canal de Isabel II. No vi mi nombre entre los
premiados y me había olvidado del asunto hasta este momento. Si los buenos
reciben reconocimiento, tengo que admitir que me parecía justo que aquellos que
hemos quedado entre los últimos de la lista tuviéramos que pagar por nuestra
falta de talento. Es duro, pero es por nuestro bien, para que nos esforcemos más
sabiendo lo que pasa. Lo otro es como colgar un post sin preocuparse del resultado.
La Literatura, con mayúsculas, exige estos sacrificios.
-Así que al final le convencimos y
se marchó – me cuentan.
Simulo una alegría que no siento.
Ese pequeño sacrificio nos habría unido como familia y habría impulsado (un
poco, algo) mi crecimiento como escritor : no hay forma de reducir mi distancia con Faulkner.
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